Miércoles. Inicia la veda, a callar. Es momento de reflexión, después de intensas campañas con discursos cargados de promesas. Los escuchamos, ahora nos oirán. El domingo se circunscribe a expresar la poderosa decisión sobre quien conducirá a la patria los próximos seis años. No volveremos a tener este medio de control hasta el 2030. No lo veamos a la ligera, sin duda alguna, es un acto de meditación profunda, sin retorno. Es la única ocasión para manifestarnos con efectos vinculantes.
Existen factores que desalientan el sufragar, van desde los climáticos (el insoportable calor) hasta la derrota vaticinada (para qué, si la opción que deseo no ganará) no obstante, no hay otra vía para cambiar o confirmar el régimen de gobierno. No votar es una posición, pero inútil en este sistema porque no tenemos representación objetiva para los omisos y mientras esto no suceda es fundamental acudir a las urnas.
El aparato electoral, como toda obra terrenal, es perfectible. Se ha trabajado en ello por décadas. Generar confianza es uno de los grandes retos en una materia en la que todos desconfían de todos. Esa excesiva y permanente incredulidad ha sido un acicate de progresos, uno de los trascendentes es el voto del expatriado. Miles de connacionales cumplen con su obligación desde el exterior usando la tecnología, incluso con días de anticipación. ¿Por qué no aplicarla en México?
Imaginemos hacerlo desde la comodidad del hogar, evitando componentes que hoy influyen para el abstencionismo. Es probable que la participación sea superior a la usual, con mejores niveles de seguridad, menor recelo entre los candidatos y sin temor para los votantes. Los que se oponen dirán que esa práctica facilitará la compra de voluntades, olvidan que los que deshonran su boleta a cambio de unas monedas lo harán de igual forma, para estos mercaderes de la democracia, el mecanismo es lo de menos, es un mero trámite.
Otro frente por solucionar es desapoderar a los partidos de su monopolio. La integración de las planillas municipales es una oportunidad para recuperar lo que nos pertenece. Cabildos compuestos por concejales surgidos de pequeños distritos que verdaderamente signifiquen a sus vecinos, ajenos a las organizaciones del alcalde, para dejar de ser comparsas del edil y ver por sus colonias.
Una asignatura más sin resolver radica en la autoridad, la deuda que tiene por no ejercer su imperio. Reprimir la interferencia de los funcionarios sin importar la jerarquía, aún si este es el Presidente, abusivo, violador de las reglas. Que no haya impunidad, se sancione y en caso de reincidencia, se destituya. La República lo vale. Es criminal torcer el mandato popular, provoca una perniciosa conformidad.
Por último, admitir el derecho humano para elegir de los extranjeros residentes legales en el país, pensemos en las zonas turísticas e industriales de su asentamiento. Pagan impuestos, muchos, obedecen la ley, colaboran en actividades sociales, deportivas, culturales y filantrópicas, pero se les prohíbe escoger a sus gobernantes. Se demanda un nuevo concepto de ciudadanía diferenciado al de nacionalidad y abrirnos no solo en lo económico, también en el ámbito político.
Por lo pronto el 2 de junio tendremos el mando por 10 horas, no lo desperdiciemos.