Los hechos ocurridos en Nuevo León desnudan la realidad nacional, muestran la pobre visión de Estado de la clase gobernante y la falta de conocimiento de lo que es la República, división de poderes, en la que el único facultado para designar al interino es el legislativo, no el Gobernador que se va. El vano intento de dejar encargado de despacho con amparos presentados fuera de su propio territorio, constata la ausencia de principios democráticos.

La confusión parte porque el Presidente y los Gobernadores se asumen representantes del pueblo, olvidando que ese privilegio recae en la Cámara de Diputados, teóricamente, el compromiso del ejecutivo frente al electorado es honestar el trabajo legislativo, al no hacerlo se falta el respeto a la soberanía popular, o sea a todos.

En lo político se mostró la carencia de oficio tanto de unos como de otros al no lograr los acuerdos, quedó claro que la confrontación no conduce a nada, al final quien reciente es la sociedad del Estado norteño, simplemente se pregunta ¿Quién los gobierna? De paso, se siembra la duda por qué un Gobernador renuncia al más alto anhelo de ser candidato presidencial, ¿De qué tamaño son las inconsistencias en su administración para que haya optado por abandonar la carrera?

Sumado al desaseo, Samuel García probó su enorme capacidad para incendiar Nuevo León, tierra de personas ordenadas, trabajadoras, disciplinadas, industriales, el tercero con mayor aportación al PIB, con la segunda metrópoli nacional, en tan solo veinticuatro horas lo sumió en la ingobernabilidad, imaginemos lo que haría si fuese mandatario de la Nación.

Ser popular no necesariamente lo hace ser el mejor, las redes sociales son poderosas herramientas para vender, comprar, mostrar, pero también para llegar a gobernar. La pérdida ideológica en las causas con el arribo del pragmatismo pone a prueba la estabilidad. Hoy más que nunca se fortalece la tesis de la enorme deuda de las nuevas generaciones con la sociedad, ejemplos abundan: Borge en Quintana Roo, Duarte en Veracruz, Sandoval en Nayarit, otro Duarte en Coahuila, ahora se suma García en Nuevo León, hombres jóvenes que tomaron su simpatía como un mero acto de ligereza mediática lejano a las formas, los acuerdos, al respeto de la investidura, desviándose del compromiso que implica lo público, centrándose en su solitario objetivo, el título, no el servicio.

El Gobernador con licencia pretende volver ingresando a palacio por la puerta de atrás, como si ello le regresara el poder. Triste escena, nadie le ha informado que la investidura no la da un inmueble sino el respeto a las instituciones, esas que aún sostienen lo que queda de este país.

García, si bien electo, se encuentra separado de su encargo, desde el primer segundo del día 2 de diciembre, no debe ejercerlo, fue su intención, lo pidió y se le concedió. Para reanudar, ocurrirá hasta que el Congreso apruebe la terminación anticipada de su licencia, luego tome posesión, no antes, son procesos legislativos necesarios, sin estos incurre en usurpación de funciones.

La ilusoria comunicación emitida el sábado a manera de acuerdo administrativo, evidencia el desconocimiento del derecho. Lo siguiente es saber si el Estado de Nuevo León es lo suficientemente serio para sancionarlo o si seguiremos siendo testigos del flagrante desprecio a la ley.

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