Por: Víctor Carreón Rodríguez y Miguel Guajardo Mendoza

 

Uno de los instrumentos financieros más importantes para trasladar ingreso futuro a consumo presente es el crédito.  Además de esta función, también permite obtener ingreso en situaciones de gastos imprevistos o emergencias. Incluso permite comprar un auto o una casa, o financiar la educación de los hijos sin que necesariamente se tengan que erogar los recursos para cubrir esos costos de manera inmediata.  Por ello, los mercados de crédito a las personas son esenciales para tener estrategias de consumo que permitan maximizar el bienestar de los individuos, sin que el ingreso presente sea una limitante.

El acceso al crédito es determinante para el bienestar de los habitantes de un país. A nivel hogar, facilita la independencia financiera y sobre todo de los más pobres, ya que les permite financiar gastos o inversión e incrementa su capacidad para hacer frente a incertidumbres. Para las empresas, sobre todo las nuevas, las pequeñas y micro, el acceso a crédito determina su capacidad para crecer, acceder a tecnología y, en muchos casos, determina la probabilidad de supervivencia del negocio. Por eso es fundamental promover mercados de crédito competidos y eficientes que atiendan las necesidades de financiamiento de todo el país.

Si los mercados de crédito no son eficientes y/o competitivos, los oferentes no diseñan los instrumentes crediticios acorde a las necesidades de la demanda, o los esquemas de regulación no incentivan la innovación tecnológica o no están diseñados para minimizar los costos de transacción que faciliten el acceso a este mercado, el resultado es una pérdida de bienestar para las personas y empresas usuarias del crédito. La evidencia empírica muestra que este es el caso en México.
Los mexicanos no tienen acceso al crédito, y esto no ha cambiado en la última década. En nuestro país, 44 millones de personas (más de 53% del total) jamás han tenido un crédito formal. Además, los habitantes de localidades pequeñas en México enfrentan una desigualdad en el acceso y el uso de instrumentos financieros, que les impide en mayor medida acceder a mejores condiciones de vida. En 2021, 76% de la población que habita en localidades pequeñas no tuvo un crédito formal, y dos de cada tres personas jamás lo han tenido.

En nuestro país, cada vez más personas se ven afectadas por el limitado acceso al crédito: entre 2018 y 2021 la población sin crédito aumentó 18%; es decir, otros 6 millones de personas se quedaron sin crédito. El rezago es mayor en las localidades de menos de 15,000 habitantes: la población sin crédito creció 23% en estas localidades. Esta dinámica ha generado una brecha entre localidades pequeñas y grandes de 10 puntos porcentuales en la proporción de los habitantes que tienen crédito.

Adicionalmente, en el mercado formal de crédito se presentan sesgos muy claros en contra de las localidades pequeñas, tanto en el acceso como en el uso de instrumentos financieros. En 2021, 67% del total de la población del país no tuvo ningún crédito formal. Si diferenciamos por localidad, 76% de la población en localidades pequeñas no tuvo crédito formal, comparado con 63% en localidades de más de 15,000 habitantes.

Sólo una de cada cinco personas en localidades de menos de 15,000 habitantes utiliza tarjeta de crédito bancaria. Además, el uso de este instrumento financiero cayó 12% en las localidades pequeñas, entre 2018 y 2021. Finalmente, sólo 11% de las personas en localidades pequeñas tiene acceso a una institución financiera para obtener un crédito formal y la contratación por internet o en aplicación es prácticamente inexistente.

Estos hallazgos muestran un sesgo claro contra las localidades pequeñas en lo que se refiere al acceso al mercado de crédito a causa de una falta de oferta. Por ello, las plataformas digitales que ofrecen servicios financieros seguros son una alternativa para incrementar la oferta en estos lugares. Estas herramientas reducen los costos de transacción y aumentan la disponibilidad de productos financieros sin que se requiera la presencia física del oferente en esa localidad, permitiendo así la inclusión de más personas a este mercado. Muestra de ello son los 345,435 usuarios que en 2021 obtuvieron un crédito por internet o por aplicación. Además, esta herramienta tecnológica también fomenta los mecanismos digitales de cobro en los negocios, lo cual tendrá un impacto positivo en la digitalización de los servicios financieros.  

Dada la importancia que tiene el acceso a crédito en el desarrollo de las personas y del país, es necesario corregir la desigualdad en el acceso a estos productos a través de incentivar nuevos productos financieros, así como mayor oferta en localidades pequeñas. Existe evidencia de la importancia del acceso a crédito para el crecimiento económico y el combate a la pobreza. Por eso, nuestro país requiere mejorar el diseño de la política pública y la regulación para fomentar la participación de más y nuevos modelos que faciliten el acceso a una mayor variedad y mejores productos financieros a la población, sobre todo a quienes viven en comunidades pequeñas.  Para ello, se requiere la participación decidida de todos los actores relevantes: (i) los oferentes de créditos, sobre todo los nuevos jugadores, que contribuyan a ampliar el acceso a más y mejores productos financieros; (ii) reguladores sectoriales, que adecúen el marco legal y lo apliquen conforme a la nueva realidad tecnológica; (iii) el estado interesado en incrementar el bienestar de los habitantes de localidades pequeñas; y, (iv) la sociedad civil, aportando evidencia que ayude a mejorar el diseño de la política pública.


Estudio completo: 


Víctor G. Carreón Rodríguez, investigador del Laboratorio Nacional de Políticas Públicas del CIDE.

 
Miguel A. Guajardo Mendoza, investigador de El Colegio Mexiquense

 

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