En el contexto de las elecciones del 2 de junio de 2024, el presidente sostiene que estarán en disputa dos proyectos de nación, el de la continuidad del movimiento político que él encabeza y el que representa, en su opinión, al pasado.
Desde mi punto de vista, lo que realmente estará en juego es la posibilidad de seguir construyendo los cimientos de la consolidación democrática que detonó la transición política en el año 2000 o la regresión en la que se ha empeñado López Obrador.
El 2 de junio, las y los ciudadanos tendrán la opción de fortalecer con su voto la democracia representativa que hemos construido juntos o impulsar las ambiciones de quienes pretenden construir un régimen autocrático.
Una definición básica de ambos conceptos se encuentra en el diccionario de la Real Academia Española, la cual define a la democracia representativa como la democracia “que se ejerce a través de representantes elegidos libremente por los ciudadanos de forma periódica”; en tanto que describe a la autocracia como aquella “forma de gobierno en la cual la voluntad de una sola persona es la suprema ley”.
Una evidencia preocupante de la salud de la democracia es el informe "La democracia representativa sigue siendo un ideal popular, pero en todo el mundo se critica su funcionamiento", elaborado por el Pew Research Center.
Dicho estudio plantea que, si bien el concepto de democracia representativa sigue siendo popular entre los ciudadanos de todo el mundo, el entusiasmo por esta forma de gobierno ha disminuido en muchas naciones desde 2017.
En 13 países, una cuarta parte o más de los encuestados piensa que un sistema en el que un “líder fuerte” tome decisiones sin interferencia del parlamento o los tribunales es una buena forma de gobierno. En cuatro de los ocho países de ingresos medios incluidos en el estudio, al menos la mitad de los encuestados expresan esta opinión.
En México, la tendencia de opinión hacia un régimen autocrático encabezada por una sola persona ha crecido de manera alarmante. En 2017, el 67 por ciento de las personas entrevistadas desaprobaban el gobierno encabezado por un líder fuerte, y sólo un 27 por ciento lo aprobaban. En 2023, la tendencia se emparejó, el 50 respalda la opción autocrática y el 48 por ciento, no.
Más allá de los factores, según el informe, por los cuales la gente apoya la alternativa autocrática, entre ellos los bajos niveles de ingresos y de estudio, lo cierto es que, particularmente en México, desde que llegó a la presidencia, López Obrador se ha dedicado a detonar los cimientos de la estructura democrática que le permitió llegar al poder.
Como bien dijo Lorenzo Córdova en el marco de la festiva marcha ciudadana por la democracia del 18 de febrero, sin aludir al destinatario de su mensaje: "pasamos más de 40 años construyendo una escalera democrática, y hoy, desde el poder, quién llegó a ese primer piso por libre voluntad de la ciudadanía, pretende destruir esa escalera para que nadie más pueda transitarla".
Personalmente, estoy convencida de las bondades de la democracia representativa y estoy segura que la mayoría de la población también. Cabe recordar que, tanto en 2018 como en 2021, la gente optó por fortalecer la pluralidad, la división de poderes y los contrapesos institucionales, pilares de la democracia representativa. A esa misma convicción apuesto en la elección del 2 de junio de 2024.