Sin el menor recato, funcionarias y funcionarios de todos los niveles de los gobiernos de Morena dispusieron de los recursos públicos bajo su responsabilidad para atender el deseo presidencial de celebrar el 85 Aniversario de la Expropiación Petrolera en el Zócalo de la Ciudad de México.
López Obrador se dio un “baño” de pueblo presumiendo austeridad y combate a la corrupción frente a una multitud que llegó al evento mediante un acarreo masivo operado por integrantes de su gabinete, gobiernos estatales, municipales, legisladores y legisladoras de su partido.}
Desde las primeras horas del sábado, las calles aledañas al Zócalo se llenaron de vehículos de transporte público de las Alcaldías de la Ciudad de México, y de los estados de Guerrero, Michoacán, Sonora, Morelos, San Luis Potosí, Campeche, Puebla, Tabasco, entre otros donde gobierna Morena o sus aliados.
En su discurso, el Presidente insistió en marcar distancia frente a los gobiernos del pasado ante un Zócalo llenado con prácticas nada diferentes a los del viejo régimen que tanto critica, pretendiendo ignorar que la Dirección Nacional de Morena exigió a las dirigencias estatales una cuota de cien mil personas, en tanto que los diputados federales de su partido dispusieron de sus dietas, pagadas con el erario, para transportar gente al mitin.
Y para reafirmar el “patriotismo” del acto, la bandera monumental fue desplegada en todo lo alto, a diferencia de la concentración ciudadana del 26 de febrero y de la marcha por el Día Internacional de la Mujer; que terminaron en el Zócalo y a las que se les negó la bandera en un acto de absoluta descortesía.
De hecho, la celebración del 85 Aniversario de la Expropiación Petrolera fue convocada por el Presidente en respuesta a estas manifestaciones ciudadanas, de ahí que su discurso haya estado plagado de descalificaciones contra quienes cuestionan las decisiones erráticas de su administración o hacen valer la autonomía de los órganos de gobierno y la división de poderes.
Y lo acepte o no el Presidente, su discurso fomenta odio. Resulta, por ejemplo, sumamente preocupante el acto de asistentes al mitin quienes quemaron una figura alusiva a la Ministra Norma Piña, a quien el titular del Ejecutivo Federal ha descalificado una y otra vez. En un país feminicida, es grave que la falta de mesura presidencial fomente la violencia contra las mujeres.
Porque no cabe duda que el Presidente no dimensiona los riesgos que implica el discurso de odio en el que todos los días se empeña. Si es antidemocrático pretender apropiarse de los símbolos nacionales y usar los recursos públicos con fines clientelares; lo es aun más promover el linchamiento público de quienes simplemente ejercen sus derechos o facultades constitucionales. La polarización genera violencia y vulnera las bases de la democracia.