El poder es adictivo. Hay quienes lo desean tanto o más como los fumadores anhelan la nicotina. No se trata necesariamente de ejercerlo. Se trata de tener más, siempre más. Para aquellos que lo ansían, no hay poder que sea suficiente. Algunos adictos al poder no tienen reparo en mostrar la adicción, pero otros la envuelven en presuntos nobles objetivos.
La semana pasada el presidente atacó, una vez más, a los órganos autónomos. La justificación aducida por el mandatario contra estos organismos radica, como ya es costumbre, en la austeridad. Pecaríamos de inocentes si pensamos que esa es la razón verdadera. A más de dos años de la administración actual hay muestras evidentes de que la austeridad es un pretexto, la realidad va más allá. Todo tiene un fin político en el juego del presidente.
López Obrador ha ahorcado presupuestalmente a varias áreas de su gobierno. La eliminación de subsecretarías, el tope salarial a los funcionarios públicos, el recorte y el subejercicio en diversos sectores han llevado a la ineficiencia y a la fuga de capital humano. Pero eso al presidente no le importa porque lo que él quiere es tener él, en lo personal, el poder. El gabinete de AMLO es AMLO. Las decisiones las toma él y son pocas las voces que escucha. Los órganos autónomos, hasta el momento, se salen de ese esquema y eso no lo puede permitir. ¿Cómo es posible que alguien, ajeno a él, tome decisiones relevantes para el país? ¿Cómo es posible que alguien, autónomo, pueda afectar el rumbo de su “transformación”?
Y por eso la emprende contra los autónomos.
La austeridad es una herramienta discursiva. El presupuesto para los diez organismos autónomos (excluyendo Banxico) es 57,369 millones de pesos, el 0.91% de los egresos estimados para 2021. El Instituto Nacional de Acceso a la Información, junto con el Instituto Federal de Telecomunicaciones, fue particularmente señalado por el presidente. El Inai tiene asignado para 2021 un presupuesto de 905 millones de pesos. En beisbol se ha gastado en dos años mil 800 millones. En un magnífico ensayo en el New York Times (http://nyti.ms/2MNy1Wk), el historiador Tymothy Snyder decía “si perdemos las instituciones que producen los datos que nos son pertinentes, entonces tenderemos a revolcarnos en abstracciones y ficciones atractivas”. Si perdemos el Inai, nos quedaremos con las mañaneras.
Los logros del IFT en materia de regulación de telecomunicaciones han beneficiado a los consumidores. Como lo señaló en una infografía el propio instituto, entre junio de 2013 y abril de 2020, los precios de las comunicaciones en su conjunto han bajado 27.4%. Solo en telefonía móvil la disminución ha sido de 43.9%. Nos quejamos de los servicios de telecomunicaciones, pero para mejorar hay que recordar de donde venimos.
El presidente sugiere que a estos organismos los absorban otras dependencias. Al IFT, la SCT. Que al Inai lo absorba la Función Pública. Sí, la misma que exoneró a Bartlett y que oculta 12 expedientes al día. Esta semana los ataques los vivieron el IFT y el Inai. Pero no se detendrá ahí. Seguirán todos los demás. Y como ranas que hierven poco a poco en una olla, el país verá cómo se destruyen paulatinamente las instituciones. El presidente no busca austeridad, quiere tener poder, quiere todo el poder.