El jueves pasado el presidente López Obrador sorprendió al sector financiero revelando la decisión de la Junta de Gobierno de Banxico de subir la tasa de interés en 50 puntos base que sería informada ese mismo día a la 1 pm. El ruido que generó vino acompañado de la duda de quién le habría informado al presidente, porque quien lo hizo habría violado el artículo 45 de la Ley de Banco de México que establece con absoluta claridad que “quienes asistan a las sesiones deberán guardar confidencialidad respecto de los asuntos que se traten en ellas”, pero pronto nos enteramos, por el propio presidente, que había sido el secretario de Hacienda quien le había informado.

La decisión de tasas se debe informar en el momento preciso estipulado en el calendario. No es una cuestión de formas. No se debe a rancios protocolos o a procedimientos añejos. La forma es fondo. Es información privilegiada, revelarla da a los agentes una ventaja desleal sobre otros participantes.

No quiero ser ingenua. Seguramente los secretarios de Hacienda le habían informado antes al presidente la decisión monetaria. Esa recurrencia no demerita el incumplimiento de la ley. La revelación de la información por el presidente nos abre otros cuestionamientos. ¿No sabía de las repercusiones que podría tener en el mercado financiero? ¿El secretario le informó de la tasa, pero no de la relevancia de mantenerla confidencial? ¿No consideró que revelar esa información dañaría la autoridad de la gobernadora de Banco de México? ¿Por qué, dado el reciente ciclo de tasas de interés, es la primera vez en siete reuniones que el presidente la revela? ¿Se debe acaso al cambio de fecha de la votación para que los miembros de la Junta de Gobierno pudieran asistir a la Convención Bancaria ?

Sin tener las respuestas, escuché al presidente ofrecerle disculpas a Victoria Rodríguez , gobernadora del Banco, y a la Junta de Gobierno. La sensación fue de alivio. El presidente reiteró su interés en mantener la autonomía de Banco de México. Los banqueros respiraron con cierta tranquilidad.

Pero para armar un rompecabezas hacen falta muchas piezas. Si vemos la revelación de la información y la disculpa del presidente nos estamos quedando solo con unas cuantas. Y el rompecabezas es más grande.

El presidente y el secretario de Hacienda saben que las cosas son más complicadas de lo que ellos mismos pretenden. La inflación deteriorará el poder adquisitivo; los estímulos fiscales a la recaudación de impuestos a los combustibles costarán más de lo estimado repercutiendo en las finanzas públicas; el secretario de Hacienda cada vez tiene menos bolsas que esculcar para encontrar los recursos que el presidente le pide para sus obras y los programas sociales; el crecimiento de México será la mitad de lo estimado para este año; la recuperación todavía no se logra; Estados Unidos crecerá menos de lo estimado e incluso se empieza a vislumbrar una recesión.

Al escuchar al presidente queda claro que hay más de fondo. Sabe que la inflación le costará apoyo. Sabe que la inflación es el impuesto más regresivo que existe, afecta más a la población de menores ingresos. Sabe también que las alzas de tasas frenan la economía y una que no ha crecido en los últimos tres años debe darle algún motivo de preocupación. El presidente ha dicho decenas de veces que respeta la autonomía del banco central, pero también ha opinado sobre sus atribuciones y sobre el uso que, según él, deberían tener los excedentes de operación y las reservas internacionales. El día posterior al “desliz” se refirió con desdén a la política monetaria restrictiva como herramienta de control inflacionario y añadió que él considera que hay otras maneras para hacerle frente. Mientras tanto, el secretario de Hacienda, todavía en Acapulco , minimizaba la situación.

No creo que se haya vulnerado de manera irremediable la autonomía del banco central, pero habiendo pasado cinco días de ese descuido, me queda cada vez más claro que de desliz no tuvo nada.

@ValeriaMoy

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