Siempre he dicho que los promedios y los porcentajes son engañosos. Desde luego no son engañosos en sí mismos, son solo números que nos sirven para explicar ciertos fenómenos, pero que sin un contexto —que requiere más información— dejan de lado todos los colores asociados a esas métricas. Lo acabamos de ver con las cifras más recientes de crecimiento de la economía mexicana durante 2022. No, no fue un desastre. ¿Debemos echar las campanas al vuelo? Tampoco. Los datos presentados no nos deben de llevar a un optimismo sin sentido.
La producción de México durante el último trimestre de 2018 fue de 18.544 billones de pesos en valores constantes, es decir, quitando el efecto de los precios en las cifras. La semana pasada, el Inegi nos dio la primera estimación —el dato definitivo vendrá más adelante— de la producción del país durante los últimos tres meses del año pasado. Las cifras oportunas muestran que la economía mexicana creció durante todo el año 3%, comparado con todo 2021, y en específico, el último trimestre creció 3.58% frente al mismo periodo del año previo. Con esos datos, el valor absoluto de la producción a finales de 2022 habría sido de 18.530 billones de pesos.
Esas cifras dejan claro que aún no se recupera el nivel de producción que se tenía a finales de 2018, la producción todavía está 0.07% por debajo del valor que tenía hace cuatro años.
Sin embargo, aunque la producción no haya aumentado en los últimos cuatro años, la población sí lo ha hecho. Veamos las cifras per cápita. Usando los datos de población económicamente activa provenientes de la ENOE, el PIB per cápita habría sido al cierre de 2018 equivalente a 197 mil 602 pesos. Al cierre de 2022, la producción per cápita (usando cifras de población de la ENOE del tercer trimestre del año porque aún no se publica la del cuarto) fue 186 mil 744 pesos, 5.5% por debajo del inicio de esta administración.
¿Fue buen crecimiento el 3% durante 2022? Sin duda. ¿Fue extraordinario? Lejos de eso. En cuatro años la economía no ha crecido. Ante la justificación que nos presenta el covid, vale la pena preguntarse si todas las economías cayeron y se recuperaron igual, y la respuesta es obvia. No, la recuperación ha sido dispareja y México ha sido uno de los países que más tardaron en recuperarse.
México se encuentra en un momento que podría ser determinante si lo sabe aprovechar. El nearshoring es una realidad. En mayor o menor medida, empresas globales buscarán reubicar sus cadenas productivas en regiones que les den más facilidades y menos problemas. Buscarán energía buena (de calidad), bonita (limpia) y barata (a precios competitivos) y capital humano preparado. No buscarán solo facilidades fiscales, sino acceso a infraestructura para transportar su producción y desde luego, cumplimiento de las reglas del juego.
La oportunidad está ahí y no tengo duda de que habrá quien la aproveche. ¿Será en la magnitud que podría suceder? Lo dudo. Para ello tendría que haber acciones puntuales del gobierno que simplemente no se ven en el horizonte.
Pero habrá que ser cuidadoso en la lectura de los números. Ni debacles ni cifras históricas. La narrativa nos sitúa siempre en los extremos, pero la realidad se encuentra en los grises.
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