Durante 2023 la Inversión Extranjera Directa que llegó al país fue cercana a los 36.1 mil de millones de dólares, menor en 0.7% a la recibida durante 2022. Casi dos terceras partes de esos recursos se debieron a la reinversión de utilidades y las nuevas inversiones no llegaron a los 5 mmdd —muestra de la oportunidad que México está dejando pasar.
Prácticamente la mitad de los recursos que entran al país como IED se dirige a la manufactura. La otra mitad se reparte en otros sectores entre los cuales el financiero lleva la mano.
La coyuntura nos obliga a hablar de China. El gigante económico captó en 2023 únicamente 33 mil millones de dólares de IED, la menor captación en 30 años, solo el año previo —2022— recibió 183.33 mmdd. Más allá de ser todavía el mayor productor de bienes, el conflicto con Estados Unidos por el nuevo orden global está moviendo las piezas. Convergerán varios tipos de relocalización: por proximidad geográfica, por acuerdos comerciales, por ser países aliados o al menos por compartir determinados valores políticos.
China no se quedará pasmado viendo cómo su rebanada del pastel se hace más pequeña. México le da a este país asiático una ruta de entrada atractiva para sus productos, ya sea de bienes terminados o mediante la instalación de eslabones cruciales para las cadenas productivas. En una de esas, China aprovecha más el nearshoring que México.
Se publicaron también los datos comerciales que muestran que México fue durante 2023 el principal proveedor de bienes para los Estados Unidos, por arriba de China y Canadá. Seguimos siendo un país de manufactura: 89.2% de las exportaciones de México y 87.3% de las importaciones que hicimos durante 2023 fueron de bienes manufacturados. La relación comercial entre México y Estados Unidos está más fuerte que nunca.
A pesar de la profundidad de esa relación, llama la atención la participación de China —directa e indirecta— en el comercio e incluso en la producción. Hay voces cada vez más fuertes que muestran la inconformidad de Estados Unidos. Katherine Tai, la representante comercial de ese país, expresó que la revisión del TMEC acordada para 2026 no será sencilla, incluso mencionó que la incomodidad y la incertidumbre obligarán a las partes a estar mejor preparadas.
A Estados Unidos le preocupan muchas aristas de esta relación —los autos eléctricos y la capacidad china de inundar un mercado en el que ellos creían ser líderes, la contabilidad del contenido regional para que los bienes fabricados en la región de Norteamérica accedan a los beneficios del TMEC, la tecnología y el uso de información, el acero, el aluminio— y México debería de estar atento a ellas.
En pleno año electoral valdría la pena preguntarnos cuál es el rol que México quiere jugar en esta coyuntura. ¿Estamos dispuestos a negociar con China beneficios para que venga inversión de ese país a costa de hacer enojar a nuestros vecinos? ¿Queremos agregar más valor a los bienes que manufacturamos o basta únicamente con manufacturarlos? ¿Queremos pasar del Made in China al Made in Mexico? ¿Ese es el modelo de desarrollo que queremos seguir? Son solo algunas preguntas que debemos plantearnos si no queremos llamarnos a asombro en solo un par de años por los resultados de las decisiones que tomamos y de las que dejamos de tomar.