En ocasiones, hablar de género es navegar por aguas pantanosas. Analizar cualquier tema con una perspectiva diferenciada levanta los ánimos activistas frente a una demanda por mejores oportunidades para las mujeres empezando desde la infancia. Pero más allá de alzar la voz, analizar los datos para entender la realidad —y poder cambiarla— es importante.

Con ese objetivo, el (IMCO) publicó la semana pasada un estudio para intentar comprender si los resultados de los gobiernos estatales encabezados por mujeres en México han sido distintos a aquellos de los encabezados por hombres.

El estudio —el primero en su tipo para México— se enfoca en resultados, no en tipos de liderazgo. No se debate, porque ese no era su propósito, el estilo que se tiene al administrar un estado. Quizás las mujeres sean más empáticas o impriman un sello distinto en su forma de gobernar dado que las experiencias de vida son diferentes a las de los hombres, como fue comentado en su gestión de la pandemia. Sin negar que la forma es importante, los resultados quizás lo sean más. Es ahí donde este análisis se centra.

Para evaluar los resultados de las diferentes gestiones se usaron las 72 variables que conforman el Índice de Competitividad Estatal del propio IMCO que abarca temas típicamente económicos como el PIB y el mercado laboral y también indicadores relacionados con una mejor calidad de vida o con el estado de derecho. A partir de esos datos, se segmentó la información en dos conjuntos: la de los estados que habían contado con mujeres gobernadoras y aquella correspondiente a gubernaturas encabezadas por hombres.

Utilizando técnicas estadísticas, se observó que de esos 72 indicadores, únicamente 10 mostraban alguna diferencia que podría ser relevante. Esa decena incluía variables relacionadas con el ingreso, con la calidad de vida y propiamente con la participación de las mujeres en la economía. Pero la diferencia observada no era concluyente de que hubiera resultados distintos entre los gobiernos de mujeres y los de hombres. Cabe mencionar que no se analizó el gobierno de una mujer o un hombre en particular, simplemente el género.

Las pruebas subsecuentes mostraron que, hasta el momento, no hay una diferencia contundente en los resultados de la política pública implementada por hombres o por mujeres. Hay algunas diferencias, menores, en el nivel de escolaridad y en la participación económica. Dado que la conversación se ha centrado en los estilos de liderazgo, los hallazgos del estudio sorprenden a algunos, pero la evidencia inicial sugiere que no hay diferencias significativas.

Si bien se utiliza información desde 2005, ha habido relativamente pocas mujeres al mando de los gobiernos estatales. Entre 1953 y 2019 había habido solo nueve mujeres gobernadoras. Dentro de unos meses, ese número cambiará y podremos ir sumando información gradualmente.

El estudio no futurea, no es un modelo que permita pronósticos y se reconoce que el impacto de las políticas públicas implementadas puede tener rezago; pero es un primer acercamiento a entender mejor el rol de las mujeres en puestos de liderazgo político, sobre todo cuando México está a punto de tener una presidenta.

El país no solo tendrá a una mujer a cargo sino que ésta tendrá un poder mayor al que han tenido gobiernos recientes. ¿Cómo lo ejercerá? Lo empezaremos a ver en octubre.

@ValeriaMoy

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