Hemos hecho todo un arte de la medición de la pobreza. Hay tantas mediciones de pobreza como narrativas deseadas. El objetivo de la medida debería ser no únicamente conocer el dato, sino analizarlo a profundidad para proponer medidas efectivas para cambiar las condiciones estructurales de la pobreza. Sin embargo, hemos hecho de la métrica una herramienta discursiva más que un componente clave en la toma de decisiones de política pública.  
 
En días recientes he escuchado en diferentes voces cifras hacia un lado y hacia otro; que la pobreza ha aumentado en no-sé-cuántos millones o que ahora sí se ha combatido la pobreza como nunca. Veamos los datos. 
 
La pobreza en México se mide de forma multidimensional, es decir, no utiliza únicamente el ingreso, sino que considera también el acceso a ciertas condiciones ―educación, seguridad social, vivienda, salud— como características clave para estar dentro o fuera de una situación de pobreza. Es decir, para que alguien sea considerado “en pobreza” no solo tiene que tener un ingreso menor que el que representa una canasta determinada por Coneval, sino que además no debe tener acceso a algunas de las condiciones básicas mencionadas.  
 
La multidimensional es una medida más completa, pero también requiere más información sobre la vida de las personas, por lo que el levantamiento de datos es complejo y costoso. La Encuesta Nacional de Ingreso Gasto de los Hogares que el Inegi levanta de forma bianual es la fuente principal.  
 
La pobreza ―a secas― fue en 2020 43.9% de la población, 55.7 millones de personas. Ahí se considera a las personas que tienen al menos una carencia social y su ingreso es menor al valor de la línea de bienestar mínimo (que considera una canasta de consumo ampliada). En 2018, esa misma medida fue 41.9%, equivalente a 51.9 millones de personas. Sobraría decir que la encuesta fue levantada cuando la pandemia estaba a tope en el país y parte importante de la actividad económica estaba detenida. La nueva ENIGH será la de este año y sus resultados se presentarán en 2023. Hasta ese momento suena complicado decir cuál es la pobreza ahorita, no por falta de ganas, sino por falta de información. 
 
La pobreza extrema, un subconjunto de la pobreza, considera a aquellas personas que tienen al menos tres carencias y un ingreso menor al de la línea de bienestar mínimo que considera solo la canasta alimentaria. En 2020, había en pobreza extrema 10.8 millones de personas, aproximadamente 8.5% de la población. En 2018, hubo 8.7 millones de mexicanos en esa situación, equivalente a 7% de la población. ¿Cuántos hay hoy? Lo sabremos hasta 2023 con la ENIGH de 2022. 
 
Hay otra métrica más oportuna, pero menos precisa. La pobreza laboral considera el porcentaje de la población que no puede comprar la canasta alimentaria básica con el ingreso proveniente de su trabajo. Esta medida no incluye otros componentes como programas sociales, remesas, rentas, intereses. Los datos, en este caso, provienen de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo. Con la ENOE más reciente, hubo durante el tercer trimestre del año, 51.6 millones de personas en pobreza laboral, es decir, 40.1% de la población. En el primer trimestre de 2018 hubo 49.2 millones de mexicanos en ese grupo, aproximadamente 39.6% de la población. 
 
Escoja usted la cifra de pobreza que más le acomode a su narrativa. Sin embargo, estaría bien que algún día esas medidas de pobreza se usen para proponer política pública que cambie las condiciones estructurales de la misma y no para aprovecharse electoralmente de la situación.  

@ValeriaMoy 


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