En México hay muchas definiciones de pobreza . La más utilizada es la llamada pobreza multidimensional que se calcula a partir de la información que el Inegi recaba cada dos años a través de la ENIGH . Una persona se encuentra en pobreza multidimensional cuando tiene al menos una carencia social y sus ingresos son insuficientes para adquirir los bienes y servicios que requiere para satisfacer sus necesidades.
Las carencias sociales se refieren a la falta de acceso a la salud, a la seguridad social, a la educación, a una vivienda, a servicios básicos en la vivienda y a la alimentación. En lo que hace a los ingresos, se definen dos canastas: la alimentaria básica y la ampliada que contempla otras necesidades adicionales. A partir del cálculo de la pobreza multidimensional se estima otro conjunto: el de pobreza multidimensional extrema. En este grupo se encontrarán quienes tengan tres o más carencias y tengan un ingreso tan bajo que, aunque lo dedicaran por completo a la adquisición de alimentos no podrían tener los nutrientes necesarios para una vida sana.
La última lectura de este indicador mostró que en 2020 se encontraba en pobreza multidimensional 43.9% de la población, 55.7 millones de personas, y en extrema 8.5%, equivalente a 10.9 millones de personas. El incremento en la carencia de acceso a la salud fue la que mostró un salto importante ese año, pasó de 16.2% de la población en 2018 a 28.2% en 2020.
Además de esos indicadores usuales de pobreza, Coneval publica cifras sobre la población vulnerable por ingresos y aquella vulnerable por carencias sociales. Hemos hecho de la medición de la pobreza toda una ciencia.
Hay un indicador más frecuente de pobreza. La pobreza laboral sale de la ENOE y muestra el porcentaje de la población que no puede adquirir la canasta alimentaria básica con el ingreso proveniente de su trabajo. Hay varias consideraciones que hacer a esta métrica. En primer lugar, la medición del ingreso está subestimada. La gente suele mentir a la baja cuando se le pregunta cuánto gana. En segundo, el ingreso del trabajo representa alrededor de 65% del total de los ingresos que recibe un hogar porque también existen ganancias de capital, remesas o transferencias.
La pobreza laboral del último trimestre de 2021 captura la recuperación del empleo que se vivió el año pasado posterior al choque por la pandemia. En los últimos tres meses del año se sumaron más de 700 mil empleos —formales e informales— lo que contribuyó a un descenso de la población que se ubicó en pobreza laboral. En el tercer trimestre de 2021, este porcentaje fue 40.7% y al cierre de 2021 había disminuido a 40.3%.
Sin embargo, esta reducción no es suficiente para ubicarnos en las cifras de pobreza —que no eran positivas en sí mismas— de los meses previos a la pandemia. En el primer trimestre de 2020, el último periodo que podríamos considerar pre-covidiano, la pobreza laboral fue 36.6% de la población. Al cierre de 2021 había 5 millones 511 mil 194 personas en pobreza laboral más que las que había hace poco más de año y medio.
Una política fiscal contracíclica hubiera ayudado a que estas cifras de pobreza fueran menores. Más bien, hubiera ayudado a millones de mexicanos a sortear mejor —en términos económicos por lo menos— una de las mayores crisis de la historia reciente. Primero los pobres quedó solo en palabras. Un eslogan de campaña. Uno más.