Todavía no se llega a la mitad del sexenio del presidente López Obrador y ya vamos por el tercer secretario de Hacienda. Rogelio Ramírez de la O se estrenó el viernes en el cargo sin haber sido ratificado aún por la Cámara de Diputados como señala la Constitución. El primer secretario, Carlos Urzúa , duró pocos meses en el puesto. En su carta de renuncia expresó sin tapujos las diferencias con el presidente y a pesar de haber participado activamente en la campaña intentando dar certeza a los inversionistas hoy se ha convertido en un férreo crítico de la administración. Al segundo, Arturo Herrera , le tocó enfrentar la crisis económica derivada del covid y optó —por decisión o por imposición— por no dar los apoyos contracíclicos que el choque ameritaba enviando al país a la mayor contracción económica en casi 90 años.
Rogelio Ramírez de la O llega a la Secretaría de Hacienda con una carrera propia en el sector privado y habiendo mostrado poca o ninguna ambición de pertenecer al gabinete de quien había asesorado en materia económica durante muchos años. No conozco las razones que hayan motivado a Ramírez de la O a incorporarse a un gobierno que ha mostrado en incontables ocasiones su verticalidad, pero le tocarán retos muy complicados de atender.
Pemex se ha convertido en un hoyo negro de recursos. La petrolera ya está en el grupo de las diez empresas más endeudadas del mundo. Debe alrededor de 116 mil millones de dólares, su deuda representa aproximadamente 10% del PIB y hoy por hoy le cuesta al país mucho más de lo que le da. En el Presupuesto de Egresos de la Federación de este año el gasto programado para Pemex equivale a 12% del gasto programable total. Las transferencias que le ha hecho la actual administración y la reducción de la carga fiscal en poco han cambiado el panorama financiero de la empresa, que ya no cuenta con grado de inversión.
La reestructura que necesita Pemex es mayor e implica deshacerse de activos y de negocios que no son rentables. Además, Ramírez de la O sabe que no podrá tomar estas decisiones sin considerar el impacto que cualquier movimiento financiero en Pemex pueda tener sobre las finanzas públicas del país.
Más allá de Pemex, el reto más interesante que el nuevo secretario enfrenta se encuentra en la inversión pública . Ramírez de la O, considerado un economista keynesiano, reconoce el impacto positivo que la inversión pública de calidad tiene sobre la capacidad productiva de un país en el mediano plazo. El presidente, al igual que los otros candidatos, durante la campaña prometió una y otra vez que la inversión llegaría a 5% del PIB. Esa promesa de campaña nunca se tradujo siquiera en la intención de invertir más. La inversión pública hoy ronda 2.4% de la producción y según las estimaciones de la propia Secretaría de Hacienda la inversión física pasaría de 2.9% en 2021 a apenas 1.9% en 2026.
El nuevo secretario sabe la importancia de estos temas. Sabe que impulsar la inversión pública de calidad es el mejor detonador de la inversión privada. Sabe, también, que arreglar Pemex es una labor titánica. Los retos solo empiezan con estos dos. A ver si el tercer secretario de Hacienda de la administración lopezobradorista logra acomodar las piezas sin someterse al juego del presidente.