¿Hasta dónde llegará la fortaleza del peso mexicano? ¿Cuál será el techo que la moneda mexicana tocará? ¿Es sostenible o hay, como especulan algunos, una valuación errónea sobre la moneda?
Mucho podemos decir los economistas sobre los determinantes del tipo de cambio, podemos usar términos y modelos sofisticados para tratar de explicar el comportamiento de una variable que es ante todo un precio. Los precios --de cualquier bien o servicio-- son mecanismos de información. Responden a la oferta y a la demanda, desde luego, pero también capturan las fallas de los mercados (la falta de competencia, las distorsiones momentáneas, los impuestos y subsidios aplicables) y las expectativas de los agentes sobre el comportamiento futuro. Es ahí donde reside la mayor complejidad.
En los modelos macroeconómicos más sencillos, considerando economías abiertas, el tipo de cambio nominal responde a la diferencia existente en las tasas de interés entre las economías que comercian entre ellas y a la expectativa de tipo de cambio futuro. Es decir, importan las tasas de interés actuales, pero también lo que los agentes económicos esperan sobre el comportamiento del tipo de cambio futuro.
El diferencial entre las tasas de interés que México ha estado pagando en los últimos meses -muchos ya- frente a las tasas que paga Estados Unidos por instrumentos similares, un spread de más de 600 puntos base, con tasas reales positivas durante un periodo relevante frente a tasas reales negativas en nuestro principal socio comercial explica, desde mi perspectiva, una parte importante de la apreciación del peso.
Además, México compara de maravilla frente a economías que frecuentemente son consideradas similares. La situación económica de México se ve mucho mejor que la de Argentina, Brasil, Colombia o incluso Turquía. A los mercados financieros les importa el riesgo de pago, y México sale bien en esa foto. Los mercados no han mostrado, hasta el momento, ningún interés en el deterioro democrático o institucional. México sigue siendo una economía muy atractiva.
El potencial real de que el nearshoring atraiga inversiones nuevas y genere crecimiento en actividad económica, en productividad y en salarios solo hace que México salga todavía mejor en la foto. A eso se refieren las expectativas. Si el país logra capturar esa oportunidad de oro y atrae inversiones relevantes la entrada de divisas aumentará. El precio capturará ese incremento en la oferta y en lo que llegan los dólares, las expectativas se ajustan. ¿Cómo reacciona el tipo de cambio ante esto? Se fortalece.
No hay que olvidar que la entrada de remesas sigue rompiendo récords mes tras mes. Solo el año pasado recibimos casi el doble de dólares por entrada de remesas que lo recibido a través de inversión extranjera directa. Benditas remesas, dirán algunos.
Mientras unos ven la fortaleza del peso como sinónimo de fortaleza económica, otros viven la pérdida de competitividad. México es una economía profundamente comercial. Las exportaciones totales del país representan casi 40% del PIB. Para algunos estados, como Chihuahua, las exportaciones representan más del 100% de su producción. Con un tipo de cambio tan fuerte el sector exportador pierde. Se hace más caro.
No podemos responder acertadamente a las preguntas que planteo en el primer párrafo, solo podemos hacer ajustes a las expectativas, esperar información de tasas de interés y tener claridad de que un tipo de cambio tan fuerte no es necesariamente una buena noticia para el país.
@ValeriaMoy