Para medir la confianza de los agentes económicos hay varios indicadores. El indicador más seguido para hablar de confianza es el que mide la opinión de los consumidores. Mediante 15 preguntas, el Inegi pregunta a los encuestados cómo consideran su situación económica presente y futura, la del país y la posibilidad que tienen de adquirir bienes duraderos. La medición más reciente, el indicador de febrero, fue 47.1 puntos, debajo de su máximo histórico, alcanzado en febrero de 2019 —47.8 puntos— pero entre las mejores lecturas que se han tenido en los últimos 20 años.
Otros indicadores de confianza utilizados, como el Indicador de Confianza Empresarial y el Global de Opinión Empresarial de Confianza, muestran, una vez más, la opinión de directivos de empresas de múltiples sectores. Estos indicadores no se encuentran en máximos históricos pero sí están —y han estado durante los últimos meses— por arriba del umbral de referencia de 50 puntos.
Esos indicadores preguntan lo que los agentes opinan. Les preguntan su opinión del país, de la situación económica, de la probabilidad que le asignan a hacer un gasto o una inversión. Son indicadores valiosos, sin duda, pero hay un indicador que no pregunta opiniones. Simplemente mide lo que sucede. No pregunta expectativas de crecimiento ni la posibilidad de que algo pase, solo presenta los datos. Se trata de la inversión.
La Inversión Fija Bruta mide el cambio en la actividad de la industria de la construcción y en maquinaria y equipo mes a mes. El indicador se publica con cierto rezago, apenas se publicó el dato correspondiente a diciembre de 2023, y si bien, no mostró crecimiento frente al dato de noviembre ni está en su máximo histórico, se encuentra en niveles significativamente altos.
Suponiendo que la cifra está bien calculada y que refleja con precisión la dinámica de los recursos públicos y privados destinados a este fin, entre diciembre de 2018, el inicio de la administración de López Obrador, hasta el último dato de 2023, la inversión fija bruta muestra un crecimiento acumulado de 20%. En los sexenios anteriores —de Fox, Calderón y Peña—, el crecimiento acumulado fue 17%, 19% y -2%, respectivamente. Sin embargo, el gobierno actual comenzó antes de su fecha formal de inicio, con la cancelación del aeropuerto que desencadenó una caída en la inversión durante el resto de 2018 y que se precipitó en 2020 con el covid. Tomando en cuenta eso, la inversión habría crecido 4% con Peña y 13% con AMLO.
Si bien este índice no pregunta a nadie su opinión, la inversión —en su componente privado— refleja las expectativas de ver un rendimiento sobre los recursos destinados. Se suele decir que en un país con el nivel de desarrollo que tiene México la inversión —en su totalidad— debería de equivaler a 25% del PIB. Ya estamos ahí.
Los datos de inversión son —de ser correctos— positivos y no deberíamos de evaluar al país únicamente a través de ellos. El retroceso es notable en áreas como la salud pública, la educación y la seguridad. Las reformas propuestas por el presidente a inicios de febrero se discuten desde su perspectiva económica y el costo fiscal que implicarían. Pero no va por ahí. El deterioro es democrático. Podría serlo aún más.