Hoy es la rifa del avión presidencial. Sabemos que no se rifa el avión y que los premios serán pagos en efectivo por 20 millones de pesos. Sabemos también que el avión y la propia rifa han sido motivo de amplia cobertura en las conferencias mañaneras del presidente López Obrador y de una movilización de funcionarios para hacerle publicidad al capricho. Algunos considerarán exitosa la estrategia porque ha mantenido el tema en la conversación pública por años. El episodio tiene muchos ángulos, más allá del efecto distractor que tiene sobre el debate político, es un reflejo de la forma de operar del presidente.
Se emitieron seis millones de boletos con un costo de 500 pesos cada uno. Solo para poner contexto y comprender mejor las probabilidades de ganar, los sorteos habituales de la Lotería Nacional emiten 60 mil boletos. Se obtendrán —suponiendo que se venden todos los cachitos y sin contar costos asociados— tres mil millones de pesos, de los cuáles dos mil millones se otorgarán en premios por el Instituto para Devolverle al Pueblo lo Robado (IDPR). Los mil millones de pesos restantes se usarán, de acuerdo con el presidente, en primer lugar, para el mantenimiento del avión dos años más (sí, se alargará la narrativa lo más posible) y en segundo, para la compra de equipo médico, más o menos 500 millones cada uno. Las compras prioritarias en material de salud fueron presentadas en la conferencia del 7 de febrero, previo a la llegada del covid-19 a México, y en esa ocasión se señaló un monto necesario de 2,500 millones de pesos. Ese mismo día, el presidente señaló que los recursos para los premios no necesariamente saldrían de la venta de boletos, sino de un fondo que el IDPR estaba creando de los decomisos realizados. Al día de hoy no sabemos cuánto hay en ese fondo o incluso si existe.
Ayer, en la conferencia matutina, el director general de la Lotería Nacional informó que se habían vendido hasta el momento un poco más de cuatro millones de boletos, 69.5%, reuniendo alrededor de 2 mil millones de pesos. Además sabemos que el Insabi repartió 7.8 millones de pesos en boletos de la rifa a la secretaría de Salud de Tabasco y entre el Instituto y el gobierno de Sinaloa dieron otros 19.5 millones. Se usan recursos de los contribuyentes para que las instituciones del estado compren boletos de una rifa para que a su vez los “premios” de la misma regresen, eventualmente, a las mismas instituciones. Preguntarse por qué no se usan los recursos para adquirir lo necesario directamente suena casi provocador. Así ha sido el manejo del affaire rifa-del-avión-sin-avión; cada capítulo se ha vuelto más delirante que el anterior, y más preocupante también.
El verdadero problema no es la rifa. Tampoco el avión. El problema está en la irrefrenable determinación del presidente para sacar adelante un absurdo. Un capricho que rebasa el sentido común y que compromete recursos públicos con la complacencia de funcionarios públicos. De ahí surgen inevitablemente dos cuestionamientos, ¿seguiremos pretendiendo que los problemas desaparecen mientras hablamos de una rifa? Y ¿qué le impedirá al presidente tomar caminos similares en otras materias quizás más relevantes que una aeronave? Al final del día, el avión será lo de menos.
@ValeriaMoy