El año pasado sorprendió a los analistas mejorando mes a mes las proyecciones económicas. Justo en el momento de hacer los primeros pronósticos para la economía mexicana durante 2023 había quien esperaba una caída y los optimistas apenas llegaban a un crecimiento que rondaría 1%. Pero, la anticipada recesión en Estados Unidos no llegó y tampoco el freno para el crecimiento de México.

Este año es distinto. Todos los pronósticos se han ido ajustando a la baja. Este jueves el Inegi dará a conocer la cifra definitiva de la producción mexicana del primer trimestre de 2024 cuyo dato oportuno sugirió un crecimiento anual –comparándolo con el mismo periodo de 2023– de 2%. Las cifras trimestrales desestacionalizadas mostrarían una contracción en las actividades primarias de -1.1% y otra de -0.4% en las secundarias, mientras que el sector terciario habría crecido 0.7%.

La inversión fija bruta, que si bien mostró un crecimiento importante en la segunda mitad del año pasado, empieza a ralentizarse. Cayó entre octubre de 2023 y enero de este año y el crecimiento mostrado en febrero fue poco.

Las cifras preliminares de inversión extranjera directa van en el mismo sentido. La Secretaría de Economía anunció la semana pasada la primera estimación de IED durante los primeros meses del año. La cifra compara positivamente con el registro preliminar del mismo periodo del año pasado, pero considerando que es una cifra que se revisa con el tiempo en función de los procesos de registro, al compararlo el dato revisado del primer trimestre de 2023 la cifra preliminar de 2024 es casi 15% menor. Además, 97% de la inversión reportada es reinversión de utilidades. Los inversionistas están pagando por ver.

En pleno auge del fenómeno de relocalización de cadenas productivas fuera de Asia hacia otros lugares más cercanos a Estados Unidos (en más de un sentido) llama la atención cómo este tipo de inversión no ha mostrado ningún cambio de tendencia y prácticamente no ha captado nada de la inversión que China ha dejado de recibir en los últimos años.

El tiempo irá mostrando con más detalle el comportamiento de esta inversión, pero es interesante ver cómo la narrativa ha permeado entre analistas financieros que hablan de las cifras récord en IED sin darse a la tarea de revisar los datos que publica Banco de México trimestre a trimestre. Además, si bien la IED tiene externalidades positivas que suelen ser atractivas en algunas regiones, apenas alcanza a representar cerca de una décima parte de la inversión total del país.

Ayer, el Inegi presentó el indicador oportuno de la actividad económica —una especie de proxy del IGAE que es a su vez proxy del PIB— y la desaceleración es evidente, se muestra una contracción mensual durante marzo de -0.2% y un avance que no llega al 0.1% en abril.

Las cifras de Estados Unidos son menos claras. Hay algunos indicadores que sugieren que la actividad económica empieza a normalizarse después de la pandemia y los billones de dólares utilizados para hacerle frente, pero la primera estimación de crecimiento de la producción —el dato comparable con el de la economía mexicana— fue 3%. Nada mal para la economía más grande del mundo que hace más difícil pensar que la desaceleración mexicana proviene del exterior.

En campañas las decisiones económicas se pausan. Mientras el país cocina los problemas fiscales que tendrá en 2025, la desaceleración nos está alcanzando.

@ValeriaMoy

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