México ha sido el principal socio comercial de Estados Unidos desde hace varios meses. A pesar de que la moneda mexicana se ha encarecido en los últimos años —lo cual desincentivaría las compras de ese país a México— se ha visto una mayor profundización de las transacciones entre ambos países. Quizás se deba a que el comercio es, como alguna vez escuché decir a un empresario, como huevos revueltos: se pueden revolver, pero una vez revueltos no se pueden deshacer. También, como ha señalado el Financial Times, mientras Estados Unidos sea el mayor consumidor de stuff, buscará quién se lo pueda proveer de la mejor manera posible. Y de la más barata, desde luego.

En términos generales, las exportaciones de un país dependen del ingreso del socio comercial y del tipo de cambio real, es decir, del que toma en cuenta la relación de precios entre los socios. Las importaciones, por su parte, dependen del ingreso de la economía local, en este caso México, y también del tipo de cambio real. Si el ingreso de nuestro principal socio comercial aumenta, éste tendrá posibilidad de consumir más y, por ende, le podremos enviar más bienes y servicios producidos en nuestro país. Si nos abaratamos en términos comparativos, también seremos más atractivos como proveedores.

Desde luego si México —o cualquier país— no tuviera una plataforma de producción que permitiera suministrar esos bienes sería casi absurdo hablar de comercio. Esa base mayoritariamente industrial no se habría desarrollado, o no en la magnitud en la que lo ha hecho, si hace más de dos décadas no se hubieran acordado los términos de una relación que aprovecharía las ventajas competitivas de cada una de las economías de América del Norte.

Los datos de la balanza comercial correspondientes a junio y publicados a finales de la semana pasada muestran una desaceleración en el ritmo tanto de las exportaciones como de las importaciones. Las primeras disminuyeron 5.7% en su comparación anual (junio de este año frente a junio de 2023) y las segundas cayeron 3.6% en la misma métrica. Los datos acumulados entre enero y junio muestran un crecimiento de las exportaciones de 2.7% frente a los primeros seis meses del año pasado y las importaciones un aumento de 2.2%.

El descenso en las exportaciones de junio no fue menor, fue la caída más importante en los 46 meses. Así como el aumento en las exportaciones no refleja una fortaleza del país que exporta, tampoco la caída habla de una desaceleración en la misma, más bien hace referencia a un freno en los ingresos del socio del que se trate, en este caso, de los Estados Unidos.

El comercio tuvo un bache en junio, pero habrá que esperar a tener otros indicios para poder conocer con más certeza las causas. Puede tratarse de un ritmo menor de crecimiento de Estados Unidos, o de una expectativa de que así suceda. Puede también relacionarse con incertidumbre en la arena política dadas las próximas elecciones en ese país.

Más allá de tener datos claros sobre una desaceleración en el país vecino, ya hay cifras que evidencian el freno en la mexicana. La caída en las importaciones de bienes de capital podría estar dando cuenta de ello. Habrá que esperar a ver si fue solo un bache o se trata más bien de un socavón.

@ValeriaMoy

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