Escribo estas líneas con más preguntas que respuestas, con más interrogantes que con evidencia, pero con asombro al ver dinámicas de crecimiento que no corresponden con algunos datos macroeconómicos que estamos viendo.
Empiezo con los datos. La semana pasada el Inegi dio el dato definitivo de crecimiento del PIB durante el primer trimestre del año. La economía creció 1% en su comparación trimestral y 1.8% frente al mismo trimestre de 2021. La producción del país está en niveles similares a los de inicios de 2017. El crecimiento acumulado en los meses que lleva la administración actual es negativo, ―2.73% para ser exactos. Por persona, estamos todavía más lejos de la recuperación. El PIB per cápita al cierre del primer trimestre del año fue 5% menor que lo que era a finales de 2018.
El consumo ―con los datos a febrero de 2022― se encuentra 1.88% arriba del nivel de febrero de 2020. La inversión fija bruta ha caído 8% en los meses transcurridos desde diciembre de 2018 hasta febrero de 2022, con una disminución de 11.6% si la medimos frente a la tendencia que mostraba, y se encuentra en niveles similares a los que tenía en 2011. Si comparamos con el inicio de la pandemia, el empleo informal ha aumentado más de lo que lo ha hecho el empleo formal.
La recuperación post pandemia de los diferentes sectores económicos ha sido dispar, como era de esperarse. Los servicios de salud, el comercio al por mayor y al por menor, los servicios profesionales, la agricultura y la ganadería no solo ya se recuperaron, sino que algunos muestran un claro dinamismo. Otros, por el contrario, evidencian un marcado rezago. Por ejemplo, los servicios de esparcimiento y los de apoyo a los negocios se encuentran al 75% y 31% del nivel que tenían previo a la pandemia.
Ahora viene lo anecdótico que contrasta con los datos, aunque no los demerita. Hace algunas semanas participé en una convención. El evento estaba a tope. Las más de mil habitaciones del hotel, en un destino turístico de playa, estaban todas ocupadas por lo menos de miércoles a sábado. El sábado salían varios cientos de personas del hotel, pero se volvía a ocupar al 100% ese mismo día porque había otro evento masivo el fin de semana. Los asistentes al evento, quienes cubrieron cada uno sus gastos y los de sus acompañantes, optimistas y con negocios creciendo a tasas cinco o seis puntos por arriba de la inflación. Estos empresarios ―de todos tamaños― expresaron su dificultad para encontrar personal capacitado en ciertas regiones del país y las altas tasas de rotación que tenían en sus equipos. Los costos de la formalidad, según algunos comentarios, son excesivos y los trabajadores incluso prefieren que se les pague en efectivo sin formalización de por medio.
No es, por supuesto, el único caso. Hay regiones del país en las que están pasando cosas interesantes en materia económica. A pesar del nulo apoyo gubernamental en un momento clave, hay sectores que están capturando las oportunidades que la regionalización de las cadenas de suministro hacia México está brindando.
Pero me pregunto si algo más estará sucediendo que nuestras cuentas nacionales no están capturando. En los meses que lleva esta administración, el efectivo ―los billetes y monedas en circulación― ha aumentado 57%, aunque la actividad económica se ha contraído. En el periodo comparable de la administración pasada, el efectivo incrementó 60%, pero con un crecimiento de 7.82%. Dicen por ahí que el efectivo es el rey… ¿será?