Este fin de semana termina el horario de verano, quizás el último que tendremos en un buen rato, y con ese regreso al horario “normal” —y la oscuridad tempranera— empieza la sensación de que el año ya está por acabar. La conversación económica gira sobre cómo terminarán el año algunas variables como el PIB, la inflación, las tasas de interés, desde luego, para hablar de los pronósticos para el año siguiente.

Recientemente, el Fondo Monetario Internacional presentó sus perspectivas económicas para el cierre de este año y para el próximo dejando ver que una de sus mayores preocupaciones es el incremento en el costo de vida para la mayoría de las economías. México no es la excepción. El crecimiento global del año pasado fue 6%. Este año, el FMI prevé un crecimiento de 3.2%, bajando a 2.7% para 2023. La inflación global, que cerró 2021 en 4.7%, cerrará en 8.8% este año para disminuir a 6.5% en 2023 y 4.1% en 2024. La inflación más alta en décadas está siendo contrarrestada con políticas monetarias restrictivas incrementando la tasa de interés.

Vienen años de correcciones. De correcciones de los muchos excesos vistos en años recientes, desde los billones de dólares inyectados a la economía durante años de política monetaria ultralaxa hasta los billones de dólares gastados en política fiscal para enfrentar la pandemia y las crisis previas. Poco sobre esto se lee en el informe del FMI, que más bien se enfoca en algunos lugares comunes —incrementos en productividad y mejoras en las cadenas de suministro— como mecanismos para enfrentar la inflación prevaleciente.

Para México, el Fondo estima que cerrará este año con un incremento en la producción de 2.1% y que en 2023 la economía crecerá 1.2%. Por cierto, de cumplirse esos pronósticos, el PIB al cierre de 2023 seguiría siendo menor al PIB con el que el presidente López Obrador inició su administración a finales de 2018. La recuperación vendría hasta 2024. Un sexenio perdido.

Los pronósticos del Fondo se encuentran en línea con las expectativas de las demás instituciones salvo con los de la Secretaría de Hacienda que estima que este año la economía mexicana crecerá 2.4% y el año que entra 3%.

Hay tantas cosas aún en el aire que los pronósticos para 2023 se antojan —para México y el mundo— imprecisos. La duración de la guerra en Ucrania y el acomodo europeo en términos energéticos aún tendrán impacto global. La lucha por el poder entre China y Estados Unidos, que en México estamos lejos de entender, moverá más piezas en el ajedrez financiero del planeta. La recesión en Estados Unidos, a la que Bloomberg ya le asigna un 100% de probabilidad, ralentizará el crecimiento económico de economías como la mexicana que estarán un poco a merced de la profundidad y duración de la misma. Pero sí sabemos que las condiciones monetarias restrictivas, con tasas de interés por arriba de 10% en el caso de México, tendrán un impacto negativo en el crecimiento del país.

En ese entorno revuelto y volátil, México tendría que hacer ajustes profundos. Aprovechar la ventaja competitiva que tiene al formar parte de América del Norte y corregir los problemas estructurales que han disminuido el potencial económico del país. El año que entra empezará, aún más en forma, la carrera electoral. Será otra vez tiempo de promesas. Ojalá que algunas de ellas tengan asidero en la realidad de México en el mundo y propongan soluciones de largo alcance. México ya no tiene tiempo para seguir perdiendo.

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@ValeriaMoy


 

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