En la bahía de San Francisco se inició el movimiento de libertad de expresión de Berkeley, donde había una tendencia hippie; nació la generación beat, había muchos movimientos que coexistían, diversos grupos de pensamientos como el hindú, meditación y yoga, otros zen, etcétera.
Sin embargo, a principios de la década de 1970 estaba comenzando a gestarse un cambio en las mentalidades. “La informática pasó de verse relegada como herramienta de control burocrático a adoptarse como símbolo de la expresión de la individualidad y la liberación”, escribió John Markoff en su estudio sobre la convergencia de la contracultura y la industria informática titulado What the dormouse said (Lo que dijo el lirón). Aquél era un espíritu al que Richard Brautigan dotó de lirismo en su poema de 1967, “Todos protegidos por máquinas de amante belleza”. La fusión entre el mundo cibernético y la psicodelia quedó certificada cuando Timothy Leary afirmó que las computadoras personales se habían convertido en el nuevo LSD y revisó su famoso mantra para proclamar: “Enciende, arranca, desconecta”. El músico Bono, que después entabló amistad con Steve Jobs, a menudo hablaba con él acerca de por qué habían acabado por crear la industria de las computadoras personales. “Los inventores del siglo XXI eran un grupo de hippies con sandalias que fumaban hierba y venían de la Costa Oeste, como Steve. Ellos veían las cosas de forma diferente”, afirmó. “Allí donde la política no había logrado transformar a la humanidad, los ordenadores podían hacerlo”.
Me queda claro que ninguno de los líderes tecnológicos es un monje o sacerdote, pero hoy sí constituyen un grupo social no radicado en Mileto, ni en Samos, ni en ningún lugar de Grecia; la mayoría de ellos se ha instalado en la meca de la tecnología, Silicon Valley, donde las matemáticas tienen un papel preponderante o fundamental desde finales de la década de 1960. Corresponde a la zona sur del área de la bahía de San Francisco, en el norte de California. El crecimiento empresarial en la zona iniciaba con negocios de electrónica, fabricantes de microchips, diseñadores de videojuegos y compañías de computadoras. En dicho territorio se han ido afincando en la actualidad la mayoría de los centros tecnológicos como Google, hoy Alphabet Inc., Apple Inc., Cisco Systems, eBay, Hewlett-Packard, Intel, Nokia, Microchip Tecnology Inc., Oracle Corporation, Yahoo!, Tesla Motors, Facebook, McAfee, PayPal, Twitter, Xerox PARC, entre otras; por lo que si en la antigüedad uno de los centros filosóficos y matemáticos era Grecia, hoy ha resurgido en Silicon Valley.
Podemos citar algunas de las ciudades más importantes de Silicon Valley, como Menlo Park, Mountain View, Los Altos, San Francisco, Palo Alto, San José, Belmont, entre otras; lugares donde, repito, se encuentran las sedes de algunos de los gigantes tecnológicos.
Hasta el Pentágono ha abierto un centro para estar cerca de los más innovadores y no quedarse rezagado del mundo de la tecnología, o quizá se instaló en dicha zona geográfica para que al tenerlos cerca pueda vigilar o espiar sus avances en innovaciones tecnológicas.
Esta tierra prometida heredera de la antigua Grecia da tantos beneficios que en ella se encuentran algunos de los multimillonarios más destacados; por citar algunos, tenemos a los fundadores de Google, hoy Alphabet Inc., Sergey Brin y Larry Page, Arash Ferdowsi de Dropbox y Peter Gassner de Veeva Systems, entre otros.
En Silicon Valley y alrededores están en desarrollo por lo menos veinte esfuerzos comerciales de autoconducción. Gigantes automotrices como Nissan y Ford compiten con compañías de tecnología del calibre de Apple, Baidu y la misma Google.
En esta cordillera costera de California y la bahía de San Francisco se encuentra un centro del conocimiento: la Universidad de Stanford, una de las mejores instituciones educativas de Estados Unidos en el campo de la ingeniería y la informática, la cual dio origen a empresas tecnológicas como HewlettPackard, Cisco, Yahoo!, Sun Microsystems y la propia Google, hoy Alphabet.
Sin duda, al reflexionar sobre la antigua Grecia, es imposible no observar el paralelismo entre la meca del conocimiento matemático y filosófico del mundo antiguo, y el polo disruptivo digital erigido en Silicon Valley en el día de hoy.