A pocos meses de que Andrés Manuel López Obrador ceda el mando del Poder Ejecutivo Federal a quien gane las elecciones, surge un fenómeno interesante. Históricamente, en el sistema político mexicano en el ocaso de su término, la silla del águila va perdiendo afectos, contrario al inicio de una administración federal cuando todos pretenden ser sus amigos. En lo que respecta al actual Ejecutivo Federal, hace seis años se peleaban por sacarse la foto y reunirse con el candidato, después con el todopoderoso Andrés Manuel. Ahora, con el paso del poder solo sus genuinos aliados lo acompañarán tras entregar la banda presidencial.
En efecto, los poderosos tienen dos clases de amigos; por un lado, están los que se quieren acomodar para obtener privilegios y, por el otro, los verdaderos que nunca piden nada a cambio.
Hoy López Obrador no cuenta con los mismos amigos con los que llegó al poder hace seis años, y actualmente todos quieren ser inseparables de Claudia Sheinbaum o de Xóchitl Gálvez, no tanto de Jorge Álvarez García Máynez, a quien no perciben como ganador. En un plano estatal se observa un fenómeno donde todas y todos también quieren serlo de Santiago Taboada o de Clara Brugada.
Algunos de los incondicionales que acompañan siempre a Andrés Manuel López Obrador desde hace varias décadas son José Agustín Ortiz Pinchetti, Adán Augusto López Hernández, Lázaro Cárdenas Batel, Héctor Enrique Vasconcelos y Cruz, Ernestina Godoy Ramos, Alfonso Durazo Montaño, Julio Scherer Ibarra, Alfonso Romo Garza, Claudia Sheinbaum Pardo, Alejandro Encinas Rodríguez, Octavio Romero Oropeza, Raquel Buenrostro Sánchez, César Yáñez Centeno Cabrera, Alejandro Esquer Verdugo y su inseparable secretaria Laura González Nieto.
Por ejemplo, en el ocaso de su gestión, a Enrique Peña Nieto únicamente le quedó un grupo muy reducido de personas verdaderamente leales que actualmente lo visitan en el viejo continente, y a Felipe Calderón lo dejaron prácticamente solo. No se diga a Carlos Salinas de Gortari, que solamente un par de amigos dieron públicamente la cara por él cuando estuvo en aprietos.
La historia nos ha mostrado que mientras te encuentres en el poder tendrás muchos amigos y muy pocos al dejarlo; más aún, los amigos son de mentira y los enemigos de verdad.
Andrés Manuel ya fue testigo de este fenómeno, los que alguna vez se hicieron llamar sus amigos han desaparecido de la escena. Es el costo de haber portado la banda presidencial y ahora tener que dejarla.
Así que el poder no es una opción para encontrar verdaderos amigos, quedará en la memoria de este sexenio la frase “por el interés, te quiero Andrés”.