Como si fuera una leyenda, el libertador Simón Bolívar se hizo presente el pasado domingo en la plaza que lleva su nombre en el centro de la capital colombiana, tras dos siglos de vida como un país independiente. Colombia acaparó los ojos del mundo al efectuarse el cambio de poderes a través del nuevo presidente Gustavo Francisco Petro Urrego, un hombre de izquierda y exguerrillero; y de la vicepresidenta Francia Elena Márquez Mina, una mujer afrocolombiana nacida en la pobreza en una zona históricamente marginada en ese país.

La ceremonia de investidura de Petro y Márquez fue una celebración que se extendió a una fiesta multitudinaria inaugurando el primer presidente de izquierda en la historia política de Colombia. Así, se daba el primer tinte del nuevo gobierno que se apartó de ser solo un evento protocolario.

El segundo fue cuando el presidente de izquierda de Colombia quiso llevar la espada de Simón Bolívar a la ceremonia. La reliquia había sido robada en 1974 por el grupo guerrillero M-19, en el que curiosamente militó el hoy presidente y que reivindicaba las ideas de Bolívar, la misma fue devuelta al Estado cuando sus miembros se desarmaron y se reincorporaron a la vida civil. Sin embargo, horas antes de la ceremonia, el presidente saliente Iván Duque Márquez negó el permiso para sacar la espada del lugar donde se encuentra resguardada.

Así que una vez investido con la banda presidencial por la senadora María José Pizarro, hija de un comandante del M-19 y asesinado cuando era candidato a la presidencia, giró el nuevo presidente su primera instrucción a la Casa Militar para llevarle la espada de Simón Bolívar. El arma simbólica libertadora que se entregaba en cada cambio del poder del mandatario saliente al entrante.

Así fue la primera instrucción: “Como presidente de Colombia, solicitó a la Casa Militar traer la espada de Bolívar, una orden del mandato popular de este mandatario”.

A dicha investidura acudieron diez jefes de Estado de todo el mundo, entre ellos el Rey Felipe VI de España, el presidente chileno Gabriel Boric, el mandatario argentino Alberto Fernández, así como miles de ciudadanos; Nicolás Maduro de Venezuela no fue invitado.

Dentro de su discurso inaugural resaltan varias frases aplicables a cualquier país bajo cualquier contexto: “Este es el Gobierno de la vida, de la paz, y así será recordado”, o “La vida debe ser la base de la paz. Una vida justa y segura. Una vida para vivir sabroso, para vivir feliz, para que la dicha y el progreso sean nuestra identidad”.

Sus primeras designaciones sorprendieron, ya que él prefirió la experiencia, nombrando a Néstor Iván Osuna Patiño, titular del Ministerio de Justicia y a Catalina Velasco Campusano en el Ministerio de Vivienda. Ambas designaciones fueron una sorpresa por mostrar un perfil más centrista.

El nuevo líder de izquierda en América Latina cerró su discurso así: “Uniremos entre todos y todas a nuestro querido Colombia, tenemos que decirle basta a la división que nos enfrenta como pueblo; yo no quiero dos países, como no quiero dos sociedades, quiero una Colombia fuerte, justa y unida”.

Es evidente que el espíritu de Simón Bolívar estuvo presente, pues como libertador siempre proclamó: igualdad, libertad y fraternidad.

Así que el polémico Petro arribó al poder remontando todos los obstáculos pues dio un vuelco a su campaña al irse a segunda vuelta. Sin duda habrá muchos observadores de la gestión del Petro, pero la más simbólica será la espada del libertador Simón Bolívar. Al pueblo de Colombia les deseamos que su presidente tenga todo el éxito en su gestión, si no, la espada se convertirá en la de Damocles.

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Abogado y activista, maestro en Ciencias Penales.
@UlrichRichterM

 

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