El 13 de julio, en un acto de campaña llevado a cabo en Butler, Pensilvania, Thomas Matthew Crooks perpetró un atentado en contra del expresidente de los Estados Unidos y candidato republicano, Donald Trump, a quien una bala le rozó la oreja derecha. Para algunos —aún sin pruebas— el hecho dejó dudas de la veracidad del ataque; lo que sí es posible decir es que la suerte acompaña a Trump.

De haberse realizado el atentado de manera efectiva, hubiera dado un giro a la geopolítica mundial, pero por fortuna fue sólo herido levemente, aunque el efecto inmediato fue registrado en las encuestas en las que el magnate repuntó, previo a la Convención Republicana.

El atentado confirma la vocación bélica de un segmento de la sociedad estadounidense y puso al descubierto varios flancos, entre ellos la vulnerabilidad en la operación de los cuerpos de seguridad como el Servicio Secreto, y en general de las fuerzas de seguridad; con ello se ve comprometida la cobertura que por ley deben dar a los expresidentes.

Trump está a salvo por el azar o por el error del infractor, no por la seguridad que lo acompaña, y si bien su equipo hizo un excelente despliegue en la cobertura de salida, en verdad con un buen tirador el ataque hubiera tenido otro curso.

El joven Thomas Matthew Crooks accionó su arma y en ese instante el expresidente giró ligeramente la cabeza para hablar a la audiencia de su lado derecho, lo suficiente para salir del rostro como zona de impacto, rasgando la oreja. Una coincidencia de menos de 2 décimas de segundo.

El atentado cimbró la memoria de los estadunidenses, y al presidente Joe Biden, quien condenó el ataque, al igual que los principales líderes mundiales, y por supuesto también desde México. Toca a aquella nación abrir la reflexión profunda para aplicar acciones efectivas que reduzcan la violencia en todas sus expresiones.

La bala ha empujado a Trump en las preferencias ciudadanas, incluso algunos lo denominaron “indestructible” cuando salió con el puño en alto y la oreja ensangrentada, configurándose esa imagen aún con mayor fuerza en el imaginario de millones de ciudadanos en EU.

El expresidente no se detuvo con el intento de homicidio. El mismo lunes lo absolvía la Corte de otra de las acusaciones que enfrentaba y posteriormente designaba en la fórmula para la contienda al senador J. D. Vance como vicepresidente. Ambos se presentaron a la Convención Republicana, donde Trump se levantó como el candidato oficial.

Vance hará un aporte no esperado. Lo empezó a hacer ya a través de su pareja, Usa Chilukuri, hija de inmigrantes indios, criada en San Diego, con estudios en Yale y Cambridge, casada en un matrimonio bendecido por un hindú. Y quien ya renunció al despacho de abogados en que había trabajado, luego de la carrera previa en la que había destacado con altos representantes de la justicia de Estados Unidos. Ella tratará de marcar pauta en un equipo en que son indispensables las mujeres.

En tanto, esta semana se difuminaron Biden y su equipo, con la mala fortuna del candidato de aislarse al contraer Covid. Por ahora, el único giro palpable tras el atentado paradójicamente es que la bala impulsó a Trump en el tablero político.

Así que la bala que hirió a Trump, mató políticamente a Biden.

Abogado, maestro en Ciencias Penales. Autor del libro: "El Ciudadano Republicano y la Cuarta Transformación". @UlrichRichterM

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