Es un hecho público que los elegidos hasta el momento por el águila presidencial ya están en plena pasarela en la arena política. Y en este proceso los ciudadanos debemos estar atentos al juego de los simbolismos, los cuales impregnan a la comunicación política con un mayor impacto. En efecto, la jefa de gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, ha emprendido una ruta para ganar exposición política al recorrer los estados que elegirán nuevos gobernadores en los fines de semana. No solo eso, paralelamente busca elevar sus bonos con el líder moral de Morena al hacerse presente en obras estratégicas del gobierno federal, como lo hizo hace ocho días en compañía de la secretaria de energía, Rocío Nahle, y la gobernadora de Campeche, Layda Sansores.
Marcelo Ebrard ha hecho lo propio en su tiempo, donde luego de acudir a actos de campaña de los candidatos de Morena en esas entidades ha recibido ovaciones en Tamaulipas y buenos ánimos en Hidalgo. Por su parte, el secretario de gobernación, Adán Augusto López, ha optado por otra estrategia, una que se enfoca en mantener su bajo perfil, pero operando eficazmente los asuntos de su agenda política y aquellos que le encomienden. El acompañamiento cotidiano al Presidente parecería que ser una ruta más cauta ante el agitado mar político.
Desde que la luz verde fue dada, la carrera de los precandidatos pasa por placearse en cuanto evento partidista esté disponible. El saldo hasta ahora ha sido positivo en términos mediáticos y políticos, tan es así que a estos tres precandidatos han sido vitoreados en algunas giras o eventos con las palabras “presidente, presidente, presidente”. Tal vez entre intelectuales dichas postales sean una consecuencia natural, pero el simbolismo que estas imágenes tienen en los ciudadanos asume mucho potencial a favor de los precandidatos.
El presidente López Obrador es un hombre de mucho simbolismo. Sus primeras acciones de gobierno, como dejar de usar cotidianamente un dispositivo de seguridad para transitar en la ciudad con vehículos icónicos de anteriores mandatarios, buscaron romper con los símbolos de poder del antiguo régimen. Sus gestos con la población de a pie, sus semblantes y su saludo pueden dar signos de su estado de ánimo.
El pasado martes López Obrador mandó un mensaje muy simbólico acudiendo a desayunar al Palacio del Ayuntamiento, lugar donde despacha Claudia Sheinbaum. El simbolismo llega al detalle que la Jefa de Gobierno estaba junto al secretario de Gobernación, pero el mensaje es claro. El Presidente, como ningún otro que recuerde, al hacer una visita de cortesía al Palacio del Ayuntamiento, y más aún haber llevado a cabo la mañanera, lo convirtió en la sede de su conferencia de cada mañana.
Pero el mensaje simbólico fue un claro “no se equivoquen”. Hoy es Claudia, porque el presidente no fue a desayunar al Palacio de Cobián o a la torre de la SRE, sino a la jefatura de gobierno.
Incluso recibió el pasado miércoles en el Palacio del Ayuntamiento al Consejo coordinador empresarial con su presidente Francisco Cervantes y la plana mayor de Nafinsa. Así es que no es la construcción de Dos Bocas, ni del Tren Maya, sino la del puente para cruzar a Palacio Nacional la que está en plena actividad.
La “operación Palacio del Ayuntamiento” suma ahora a la secretaria de Seguridad y Protección Ciudadana, Rosa Icela Rodríguez, quien también ha sido destapada el pasado jueves, pero seguramente será dirigida para la jefatura de gobierno de la Ciudad de México.
Por lo que la impresión general es que actualmente la preferencia está con Claudia, y después Adán Augusto, en el orden en que se encontraban sentados en el evento. El simbolismo detrás de esto puede ser el inicio de una posible “operación Claudia” u “operación Palacio del Ayuntamiento”, para llevarla de un palacio vecino a Palacio Nacional, siempre y cuando sea la ungida por el poder que pone y quita, me refiero al poder ciudadano.
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