Durante la historia del hombre uno de sus fieles compañeros han sido los libros, mismos que son parte del legado de la humanidad.
Dichos tesoros han sido custodiados en bellos lugares. Así tenemos, por ejemplo: Alejandría, que figuró como capital de Egipto, contaba con una biblioteca que era una de las principales fuentes del saber en el mundo antiguo. La ciudad que había sido fundada por el gran conquistador y discípulo de Aristóteles, Alejandro III de Macedonia, mejor conocido como Alejandro Magno (356-323 a.C.), no sólo era la nueva urbe de la ruta comercial, sino que también era el modelo de ciudad griega en Egipto; además de que en ella fue construida su emblemática biblioteca durante el reinado de Ptolomeo I Sóter (323-283 a.C.), quien había sido uno de los personajes más cercanos a Alejandro Magno, terminando a los 64 años como rey de Egipto. Esto es, fue el primer faraón griego de Egipto.
Fundó la ciudad que nos interesa cuanto tenía apenas 24 años, era amante de los libros y, como si hoy fuera su certificado de vacunación, llevaba consigo la Ilíada. “La lectura, como la brújula, le abrían los caminos de lo desconocido”, igual que a todos los que nos fascina el mundo de la lectura, incluyendo a varios de los monarcas tecnológicos, como el propio Elon Musk, que en su juventud no salía de la biblioteca de su ciudad y devoraba un par de libros cada fin de semana.
A los reyes les ha gustado atesorar el conocimiento, otro ejemplo es: Felipe II, un monarca polémico que fue bisnieto de los Reyes Católicos y que a la edad de 36 años mandó construir un monasterio, llamado Real Monasterio de San Lorenzo: “El Escorial”, cuyo legado es digno de análisis y, más aún, de admiración. Fue erigido con un énfasis en la geometría sagrada. Algunos señalan que fue un ferviente guardián del catolicismo, pero a su vez nos mostraba un legado místico, filosófico y esotérico. Dicho monarca lo construyó bajo la premisa de ser una réplica del Templo de Salomón, el cual fue erigido bajo el reinado de Salomón, aproximadamente en 957 a.C.
La joya de dicho monasterio es la biblioteca, el legado del rey Prudente para algunos o la leyenda negra para otros, encontramos tanto las estanterías con los miles de libros existentes, como también los frescos de la bóveda de la biblioteca, realizados por Pellegrino Tibaldi entre 1586 y 1593 inspirándose en la Capilla Sixtina de Miguel Ángel, ya que este último fue su maestro. Curiosamente, en dichos frescos reposa la historia de la filosofía griega.
No debemos olvidar que una vez que los libros fueron un objeto de uso común, las personas pudieron intercambiar el conocimiento de manera directa, con mayor precisión. Los libros permiten contrastar pensamientos y experiencias en todos los ámbitos. Las consecuencias sociales y culturales de su existencia fueron muy numerosas y profundas. Dio inicio a la que se consideró una nueva república de las letras, abierta a cualquier persona dispuesta a ejercer dos de los principales atributos de los ciudadanos: la escritura y la lectura.
Hoy los lectores somos los que elegimos que leer y dónde leer y, por ello, te considero a ti lector: “El Rey de los Libros”.
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Abogado y activista, maestro en Ciencias Penales. Autor del libro “Los filósofos en la era tecnológica. Los pitagóricos de hoy”.
@UlrichRichterM