Hace unos meses la productora de streaming Netflix lanzó la serie “El juego del calamar”, la que ha sido una de las más vistas en la historia del gigante del entretenimiento, superando a otros títulos que tuvieron mayor producción como “Sex Education”, que paralelamente se había estrenado.
Esta serie surcoreana de suspenso y drama de supervivencia, así catalogada, va más allá de estas categorías pues deja ver la naturaleza de los seres humanos, y algunos la han catalogado como superviolenta.
Su peculiar trama se centra en un concurso de 456 jugadores, de diferentes ámbitos del entorno de la vida. Todos los concursantes tienen una precariedad en su aspecto económico: algunos con deudas, otros con pocos ingresos para subsistir, y otros prófugos buscados por la justicia por haber cometido delitos. Su trama la hace muy especial y la competencia es un misterioso juego de supervivencia en que los perdedores de cada sección del juego morirán. Este concurso retoma una serie de juegos infantiles. El ganador, además de sobrevivir, podrá obtener 45,600 millones de wones.
Netflix anunció este mes que se estaba elaborando la segunda temporada de esta serie por el éxito obtenido.
El evento final, que da título a la misma, es el juego del calamar, y en el que solo puede haber un único ganador que se llevará como premio la suma referida. Se llama así en virtud de que el área en que se juega tiene diferentes formas geométricas (círculo, cuadrado o triángulo) dibujadas en el suelo que, en su conjunto, parecen formar un calamar. Además, este es el último reto por el que pasaran los sobrevivientes para llevarse la bolsa millonaria del premio.
En efecto, para conseguir el premio los participantes se enfrentarán unos a otros, incluso algunos asesinando a sus contrincantes o compañeros del juego, lo que demuestra la parte terrible de la naturaleza humana de actuar contra nuestros semejantes, al extremo de no respetar la vida por ganar una suma millonaria, lo cual me hace recordar al filósofo Heleno Saña: “En principio, todo hombre es capaz de amar por encima de todo, pero también de matar con la misma pasión, de crear, pero también destruir, de elevarse a la cima más alta de la espiritualidad, pero también de descender a las cimas más tenebrosas. O como Sófocles consigna en su Antígona: Hay muchas cosas terribles, pero nada mas terrible que el hombre”.