En la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México, cada caso que atendemos representa una nueva lección que nos permite acercarnos a entender las causas detrás de la violencia y el delito. Esto lo hacemos siempre y de manera sistemática gracias al apoyo de nuestras múltiples fiscalías especializadas, nuestras áreas de estadística, de investigación, de atención integral a las víctimas y por supuesto de nuestros servicios periciales. Detrás de cada carpeta de investigación buscamos aquellos patrones que se podrían estar repitiendo y gracias a ello, hoy en día podemos identificar factores comunes ya descritos en la ciencia y en la literatura especializada: contextos familiares marcados por la negligencia o el abandono, exposición continua a las violencias desde edades muy tempranas, y carencia de figuras de apoyo en capacidad para intervenir en aquellos momentos más críticos. Por ejemplo, en casos de robo con violencia, homicidios o asociación delictuosa, es frecuente encontrar que estas personas vivieron en hogares donde la violencia era cotidiana, donde no se atendieron problemas emocionales o donde simplemente no había quien los guiara.
Estas historias evidencian que el camino hacia el delito no inicia con el acto mismo, sino con una serie de señales ignoradas o atendidas tardíamente. Actitudes como el aislamiento, la agresividad o la justificación de pequeñas transgresiones suelen pasar desapercibidas o ser consideradas de poca importancia. Sin embargo, cuando estas conductas se analizan desde la perspectiva de la justicia, se convierten en los primeros eslabones de una cadena que llevan al conflicto con la Ley.
Por ello, desde la Fiscalía trabajamos de manera coordinada entre todas y cada una de nuestras áreas, para que esta comprensión llegue a cada familia, a través de nuestras campañas de información, nuestras pláticas de sensibilización en las Unidades Territoriales y sobre todo a través del trabajo de nuestras unidades de investigación, periciales y atención a víctimas, ya que mediante ellas informamos de manera transversal a todas y cada una de las dependencias involucradas en los temas de seguridad pública, a través de los diferentes gabinetes, comisiones y grupos intersectoriales, de los cuales formamos parte.
Prevenir la violencia y el delito trasciende el ámbito familiar; es una tarea que compromete a todas las instituciones, pero especialmente a aquellas en contacto directo con los entornos comunitarios, escolares y laborales, ya que es ahí donde las intervenciones tempranas son decisivas para evitar que jóvenes, adolescentes y personas adultas tomen decisiones irreversibles.
Nuestra responsabilidad como instituciones de justicia no es solo actuar cuando un delito ya se ha cometido, sino garantizar que existan oportunidades concretas para prevenirlo. Solo con esta visión integral, que combina la acción familiar con el compromiso de las autoridades, lograremos enfrentar las raíces de la violencia y el delito. Por otra parte, seguir investigando las causas nos permite enfocar nuestros esfuerzos en transformar uno los puntos de origen de muchos delitos de alto impacto, mientras que a las cabezas de familia y responsables de la crianza les corresponde fortalecer los lazos familiares y la atención temprana, para evitar que muchas historias de jóvenes, adolescentes, niñas y niños terminen en tragedias.
La justicia no comienza en los tribunales; inicia en los hogares, se refuerza en las escuelas y se consolida en una sociedad que pone a las personas en el centro de sus políticas. Desde esta nueva etapa de transformación que atraviesa la ciudad y el país completo, nos corresponde como sociedad, romper la indiferencia y polarización social que se perpetuó por muchos años, favoreciendo ciclos de violencia y exclusión social. Solo unidos, desde una actitud solidaria y con políticas que reflejen los valores de igualdad, justicia y comunidad, lograremos garantizar un futuro donde nuestros jóvenes encuentren caminos de esperanza.