El presidente Biden hereda una serie de problemas en su política exterior con China de la administración Trump. Los temas incluyen el comercio bilateral, el Mar del Sur de China, el apoyo a Taiwán, la crisis de derechos humanos en Hong Kong y Xinjiang, y el papel de China en la pandemia del Covid-19. En relación con el comercio bilateral, el tema más problemático para Donald Trump fue el monto del comercio y el saldo de la balanza comercial. En 2019 los dos países tuvieron un monto total de 558 mil millones de dólares, pero las exportaciones estadounidenses alcanzaron sólo 106 mil millones e importaciones por 452 mil millones. Este saldo negativo se ha mantenido al alza durante los últimos años. Para la administración Trump esto fue inaceptable, pero la realidad es que la estructura del comercio no vaticina a futuro un cambio radical, sin importar las sanciones. Estados Unidos importa de China computadoras, celulares, juguetes, ropa y calzado deportivo, mientras que exporta al país asiático aviones comerciales, frijol de soya y semiconductores. Así, es de esperarse que durante la administración Biden el déficit comercial continúe.
En relación con la guerra comercial declarada por la administración Trump, es improbable que en el corto plazo se retire la tarifa extra de 25% a las importaciones chinas de acero que entraron en vigor el 6 de julio de 2018, lo que ha tenido un impacto de alrededor de 34 mil millones de dólares de importaciones chinas. La administración Biden tiene como tarea mantener el acuerdo comercial alcanzado por Trump con China en diciembre de 2019 y firmado en enero de 2020. Esta llamada fase 1 del acuerdo comercial ha mostrado, sin embargo, signos de ruptura, ya que, a un año de la firma, China no ha cumplido con el acuerdo de que a partir de 2020 China compraría un monto en bienes y servicios a Estados Unidos por 200 mil millones. Así, es de esperarse que Washington mantenga estas sanciones.
Esta guerra comercial entre Estados Unidos y China ha deteriorado asimismo la percepción de China ante la población estadounidense. En febrero de 2020 sólo un 33% de la población encuestada en Estados Unidos tenía una opinión favorable o mayormente favorable de China. Si bien este porcentaje ha aumentado ligeramente, para septiembre de 2020 la empresa Galup reporta que 57% de sus encuestados tienen una opinión desfavorable de China, considerándola como la responsable del déficit comercial, la pandemia del Covid-19 y de ser una amenaza a los intereses de Estados Unidos.
A partir de enero de 2021, el presidente Biden hereda importantes contenciosos problemas con China: 1, la percepción generalizada en el Congreso de que ese país es una amenaza, un competidor o un adversario; 2, Washington considera las acciones beligerantes de la armada de China en el Pacífico occidental como amenazas a la seguridad marítima, a la libertad de navegación, y en violación del Derecho del Mar; 3, el hostigamiento de China a Taiwán; y 4, la percepción de que en China no hay ni habrá respeto a los derechos humanos y a la democracia en Hong Kong, en el Tibet y en Xinjiang.
Ante esto, se prevé una situación de competencia recrudecida y una situación aparentemente paradójica de cooperación. A nivel de competencia, el gobierno de Biden buscará fortalecer más las alianzas y asociaciones con países de la región Indo-Asia-Pacífico, incluyendo a la India, Japón, Vietnam, Australia, Singapur, e Indonesia. En particular es de esperarse que se active un mecanismo tipo Quad 2.0 para visualizar una arquitectura más robusta de seguridad. Similarmente, diálogos como el ARF con ASEAN y el Diálogo Shangrila seguirán confrontando a China en su presencia y hostigamiento naval y terrestre en el Mar del Sur de China, en la frontera con la India y en sus diferendos con Bután. Además, Washington buscará más socios comerciales ante la presencia comercial china a escala global. Actualmente, más de 100 países tienen a China como su principal socio comercial, a diferencia de unos 57 países que mantienen a Estados Unidos como su principal socio. Más aún, se esperan más medidas de castigo contra China en áreas relacionadas con la tecnología. Biden ha declarado claramente que desea que Estados Unidos continúe teniendo la supremacía tecnológica, por lo que se decanta a favor de invertir grandes sumas de dinero en los campos de telecomunicaciones, semiconductores, inteligencia artificial y computación cuántica. Por lo mismo, no es de esperarse el levantamiento de sanciones contra la firma Huawei y la tecnología china de G5 en Estados Unidos y entre sus principales aliados.
En términos de cooperación entre Estados Unidos y China, es posible, sin embargo, que la administración Biden aplique una política mixta de sanciones y cooperación sobre la pandemia del Covid-19. Durante su campaña electoral, Biden dijo que en su momento llamarían a cuentas a China sobre la posibilidad de que haya responsabilidad china en el origen de la pandemia. Y sin embargo, es posible que el gobierno estadounidense apoye trabajos de investigación médica en el seno de la OMS, y de hecho regrese a dar aportaciones económicas a este organismo de la ONU, para cooperar en medidas para combatir la pandemia. El segundo tema de posible cooperación con China será el de combate al cambio climático. Se espera una posición más conciliadora, en particular desde que se sabe que John Kerry será el encargado de este tema.
El futuro rumbo de la política exterior de Biden frente a China dependerá también de la reacción de China en las próximas semanas y de su conducta a nivel internacional. Acciones intimidatorias contra sus países vecinos en sus disputas territoriales, mayores castigos a sus ciudadanos en Xinjiang, Tibet y Hong Kong, y cualquier acción de espionaje electrónico que se pueda descubrir durante la campaña presidencial de Estados Unidos o de hackeo de información a intereses en Estados Unidos tendrán como respuesta la calibración de la próxima política exterior de la nueva administración.
Coordinador del Programa de Estudios Asia-Pacífico del ITAM.