Para llegar, todo gobernador necesitó su banquito. Grande o pequeño, federal o estatal. Aún el caso extremo de un externo que sorprendió al sistema de partidos como Cuauhtémoc Blanco, que después de cumplir su mayoría de edad pasó 24 años sin estar cerca de la política, necesito de 3 años de participación municipal en campaña y como presidente de Cuernavaca para llegar a gobernador.
Es necesario un escalón, pero la vía puede ser federal o local. Las dos vías en las mismas cantidades. Pero siendo las más frecuentes el senado y la presidencia municipal de la capital (en un caso de la población más importante económicamente como Benito Juárez, en Quintana Roo, con María Elena Hermelinda Lezama). Los electos tienen mayor probabilidad que los designados, pero estos últimos no son pocos pues representan 1 de cada 3.
¿Es el conocimiento de la población o la cercanía con los poderes lo que define las probabilidades de llegar a gobernar un estado? Los grandes electores son el gobernador(a) o el presidente de la república y pueden condenar una candidatura. Pero esas posiciones no sólo son de cercanía con el poder, sino de exposición en los medios. El presidente municipal de la capital puede contrastar con la actividad del gobernador. No todo es automático. También las presidencias, cuando los problemas no se resuelven, se convierten en la sepultura de muchas aspiraciones. Los senadores requieren la bendición del gobernador, pero son un vínculo con los poderes federales, para sortear enredos o negociar presupuestos.
Los personajes que han sido designados por el gobernador o el presidente deben sus posibilidades primeramente a ellos. Existe una mayor proporción de electos sobre los designados. Pero en un caso se esperaba lo contrario.
El superdelegado es el delegado de la Secretaría de Bienestar, quien se encuentra bajo una doble supervisión: la de la secretaría, cuya atribución y responsabilidad administrativa es explicita en la Ley, y la de presidencia, a través de un operador directo. Antes de iniciar el sexenio se concibió como un puesto político. Su papel debía ser el de representante único del poder ejecutivo en la tierra y coordinador de los otros delegados federales que de esta forma serían degradados y puestos bajo la responsabilidad de aquel.
En esta concepción todas las responsabilidades del gobierno federal recaerían en esta persona en lugar de coordinarlas. Paradójicamente, en los hechos esta ambición no incrementó su poder, sino permitió que fuera rebasado por la operación diaria de las secretarías, disminuyendo con ello su presencia aún para coordinar. Por razones de responsabilidad de las secretarías que representaban, y de la propia; la naturaleza de las funciones y el trabajo de los otros, el papel asignado a él inicialmente finalmente no se consolidó. El trabajo del manejo de los programas de bienestar era por si sola razón para pensar que este sería un resultado probable.
En lo electoral, ser superdelegado hoy no garantiza. Los delegados de bienestar que se convirtieron en gobernadores lo fueron al inicio del sexenio, pero ya ninguno lo fue en las últimas elecciones.
Los superdelegados fueron activistas electorales por lo menos en la última elección presidencial, muchos lo fueron antes de Morena o del PRD. Ahora se observa una tendencia burocrática. Los senadores se presentan en muchas ocasiones como Barones de la política, con nexos, con influencia, sin la necesidad de ser evaluados (o difícilmente evaluados por el electorado) y rápidos para negociar a nombre del gobernador, del ejecutivo federal y siempre del propio. En este teatro los partidos políticos mantienen el control de las elecciones pero ahora invitan cada vez menos sindicalistas, académicos, activistas o campesinos.
El tema no es nuevo. La forma de decidir quién será gobernador no camina normalmente por los cauces democráticos. El poder deforma la percepción de la realidad. Sandra Cuevas se ha expuesto y mostrado crudamente la forma tradicional de pensar. En la sucesión, sino es ella (y todavía no decide si será ella), “lleva mano”. Por eso las elecciones en los estados parecen siempre elección de Estado.