Para las encuestas no existe ni ha existido austeridad desde hace décadas. Se realizan con igual enjundia por los gobiernos, los partidos o lideres políticos. Pero a pesar del gasto, si en algún lugar se ve la frivolidad del sistema electoral es en estas radiografías del sentir popular: define más una encuesta que un buen argumento. Se privilegia lo electoral sobre otro tipo de racionalidad. Y lo electoral no es lo político, es sólo una parte de él y, por supuesto, no debe ser un objetivo en sí, sino un instrumento para perseguir otros. Más grave es, además, tener una mala encuesta. Y es mala cuando pierde la capacidad de mostrar el sentir de la población.

¿Por qué es mala? Porque así lo quiso alguien, por accidente, porque estuvo mal hecha o por todas las razones anteriores.

Algún comentarista afirmó que 1) él era del ITAM y 2) que aprendió que para las encuestas mientras se use el muestreo aleatorio simple, entonces todo estaría bien, como se deduce cree se realizan en particular para seleccionar candidatos. Seguramente más de un profesor de su universidad hubiera querido que su segunda afirmación no se identificara con su alma mater. Pero mejor es explicarlo.

Entre las encuestas las que se realizan por casa son las más confiables. Generalmente en un ejercicio nacional se determina un número de cuestionarios por aplicar para asegurar la representatividad de la población, esto es el tamaño de la muestra.

Luego la muestra (el número de cuestionarios), se distribuye por grupos o conglomerados según el tamaño de la población de acuerdo con un criterio geográfico (estados, zonas metropolitanas y municipios), y por zonas representativas del estrato social (bajo, medio alto) para finalmente distribuir las casas a encuestar en esas zonas por grupos de casas (grupos de manzanas) o una casa cada tanto (1 cada 10 por ejemplo). Así se representan todos los estados, las áreas poblacionales más grandes y los distintos estratos económicos.

¿Qué puede estar mal? por ejemplo introducir un sesgo en la muestra, como encuestar donde sólo es popular un candidato. El problema puede estar también en el conocimiento previo de la muestra: teniendo el listado de poblaciones o manzanas se hace una campaña dirigida, no al electorado o la militancia, sino sólo a quien está en la lista. Así, candidatos relativamente desconocidos aparecen entre los más populares por obra y magia del suspiro santo y conocemos el testimonio de quienes fueron llamados antes de ser encuestados. Pero aún es posible contar con métodos más económicos: el cuchareo simple y llano o la invención directa del resultado. ¡Cuántas veces en un municipio pequeño, donde se conocen bien entre sí, aparecen resultados sin conocerse a uno que haya sido entrevistado! El resultado depende de quien tiene control y la ausencia de verificación en todo el proceso. No se crea que esto es producto de una actividad elaborada, en realidad es torpe, extremadamente cruda y falta no sólo de ética sino de un mínimo respeto, pero como es impune puede ser repetido una y otra vez.

¿Qué hacer? Algunas cosas son evidentes como conocer toda la metodología, contar con otra encuesta de referencia o, como los cuestionarios son de quien encuesta, pero el proceso de selección de la muestra no, se debería verificar como se realizó antes del levantamiento.

En realidad para este proceso se precisan dos cosas 1.- Que los órganos jurisdiccionales de los partidos revisen todo el proceso y entreguen un informe con la encomienda de judicializar las anomalías y 2.- Que las encuestas para los distritos y el senado se realicen con la de los candidatos presidenciales. Estas figuras tienen poder y mayores posibilidades de defensa. Indirectamente protegerían la elección de las otras candidaturas.

Cualquier solución va a implicar un gasto. En una de esas las bases y las dirigencias terminen por convencerse que es mejor, además de democrático, que las militancias voten.

Profesor universitario y activista cultural

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