Europa es un jardín en el que funciona todo. Para que perdure, los jardineros deben ir a la jungla. Más o menos en esos términos se expresó Josep Borrell, convertido este año en vocero claridoso de la Europa profunda. Lo que dijo proviene del subconsciente de una sociedad con una larga tradición colonialista que organiza con orgullo sus actitudes y creencias en torno a ese pasado.

El funcionario es el Alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad de la Unión Europea.

Europa dejó de ser imperial a regañadientes. Su reticencia sólo fue rota por la rebelión de las colonias cuya independencia nunca fue bien resuelta cuando fue negociada, y aún tiene sus efectos. Esa reticencia se ve en lo cultural y hoy gran parte de los avances están siendo borrados por la ultraderecha.

Las disculpas subsecuentes del funcionario hacen más evidente la brecha entre el bienestar económico y su falta de comprensión de su responsabilidad en el orden mundial:

“Los europeos tendrán que interactuar mucho más con el resto del mundo. De lo contrario, el resto del mundo nos invadirá de diferentes maneras.”

Este octubre, por las críticas que originó su dicho, se disculpó el funcionario eurocentrista: “Ni Europa ni Occidente son perfectos o que algunos países occidentales han violado a veces la legalidad internacional.”

El matiz no es tal y se requeriría de un análisis detallado de cuales países, cuantas veces, de qué forma y con qué objetivos y resultados han violado la legalidad internacional en la posguerra, con énfasis en lo que ha ocurrido en este siglo tomando en cuenta su fuerza económica y militar.

En Europa no funciona bien todo. Esa es la realidad. No funciona la autocrítica de sus instituciones como tampoco funciona su política interna y externa. Pero mal haríamos en regodearnos de ello, porque la política exterior de Latinoamérica también falla y no sólo por la falta integración y de construcción de posiciones conjuntas.

Siempre existe un peor escenario. La Europa de centroizquierda está perdiendo terreno frente a la derecha. La izquierda en Latinoamérica va en ascenso, pero las sociedades se han polarizado y se está dejando un espacio para los contrarios.

Los partidos europeos más reaccionarios crean nexos y se fortalecen mutuamente e intercambian experiencias. Latinoamérica debe acortar las distancias con los partidos de izquierda y aún con la socialdemocracia.

Existe sorpresa y enojo con los países de la UE, por un resultado que se veía venir y porque quienes hoy actúan con radicalidad en Ucrania en el resto del mundo han callado o han sido parte.

“Pero hoy, el principal problema ante nosotros los europeos es la agresión de Rusia contra la soberanía de Ucrania.”

Latinoamérica debe dialogar y hacer bloque para que en Europa entiendan que, o el mundo entero es un jardín, o todo él será una jungla. La política del doble rasero, impulsada por EU, Israel y la UE no es una política justa, nunca lo ha sido, pero hoy tampoco es razonable para los intereses europeos.

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Profesor universitario y activista cultural