La unanimidad no es un valor, es un estado, el cual, por cierto, suele mostrarse las más de las veces en comportamientos indeseables. Tampoco lo es la unidad, aunque hay quien las confundan. Y en la izquierda ambas han dado pauta en el pasado a comportamientos claramente reprobables cuando no se han logrado con el esfuerzo de la organización en torno a sus propuestas y no de sus temores. Ahora, desde el presidente hasta buena parte de las bases de Morena, se ha desencadenado toda una serie de comentarios y comportamientos negativos alrededor de la posible candidatura a la Presidencia de la República, de Xóchitl Gálvez. Incluyendo el negarle el acceso a la conferencia mañanera.

Ha sido lamentable porque es la fuente del posicionamiento de una figura que puede aglutinar a la derecha y el centro. No parecen existir posibilidades de que gane la elección, pero en el largo plazo conseguirá juntar estas dos tendencias.

Lamentable también por los modos y el lenguaje de la derecha, aunque se usen para denostar la figura que encabezara a la misma derecha (y como dijimos, una fracción indeterminada del centro). Esta es una victoria cultural de la que hoy es oposición. Aunque no es una victoria total, ni todavía general, es un asunto de largo plazo. Sin discusión e información, sin diálogo e interés en lo que dice el otro, sin prácticas democráticas cotidianas, el apoyo a la izquierda electoral puede derivar fácilmente en estas posturas y permear más allá de la coyuntura. Puede más la práctica política que todos los cursos de formación del mundo.

También se evita la discusión de fondo. La anécdota (falsa o verdadera) sustituye los temas sobre la pobreza, la desigualdad, el poder de los trabajadores, el medio ambiente, la democracia y, aunque mencionados y usados hasta la saciedad, sólo son accesorios a los defectos de las personas. Se trata de destacar lo menos y en eso se pierde lo esencial de las propuestas de la izquierda.

Xóchitl no debe ser atacada fieramente en su persona. Debe discutirse los programas que encabezan quienes pueden ser precandidatas, la historia, su historia, posturas ideológicas y, finalmente, su figura pública, no la privada. Poner claro que Sheinbaum encabeza un proyecto más democrático e incluyente. Que si se pueden comparar documentos, acciones e historias y los defectos de la izquierda y de sus gobiernos, que los hay muchos, pero que los que quieren regresar ya tuvieron su oportunidad y que ella, Sheinbaum, es mejor propuesta que Xóchitl.

El antiguo régimen aplastaba con el aislamiento o con el linchamiento. Cualquiera que sea la forma de debatir y luchar la izquierda no debe seguir por ese camino. No basta saberlo, por allí debe andar.

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