Ruh al ruh: “el alma de mi alma”. Khaled Nabhan juega con su nieta Reem de cuatro años en el campo de refugiados de Nuseirat en Gaza. La abraza, andan en bicicleta, la peina y besa la nariz.

Reem fue asesinada en un bombardeo aéreo junto a su hermano Tarik de cinco años. Sucedió un día de noviembre de 2023.

No existen más jardines ni parques en Gaza. Todos han sido arrasados. Khaled fue jardinero y su alma no murió con la de sus nietos, ni con los árboles y plantas de su tierra. Dedicó el año que le restó de vida a cuidar y jugar con otros niños, atender heridos en el hospital, alimentar a los gatos y preparar comida para otros.

Khaled acudió a socorrer a los heridos por el ataque de tanques y fue muerto por un disparo de tanque.

No habrá luto en Washington, ni en Tel Aviv. Tampoco en Berlín, ni en Ottawa.

Una familia exterminada en un año. No están solos, otros sin nombre son como ellos. Los representan y dan nombre para que no se olvide. La vida arrebatada por la codicia y el racismo que busca, como lo han dicho abiertamente políticos, periodistas y colonos, exterminar la población: matar a hombres, mujeres y niños. Expulsar. Robar casas y tierras.

Las películas “árabes” de Hollywood son una vergüenza: barba larga Khaled, cabeza cubierta, ropa larga y holgada y un gran corazón. Cara y vestido occidental, joven, y el soldado es un genocida.

Vergüenza para los que sólo recuerdan el holocausto sin voltear a Gaza. Recuerdan pero son incapaces de ver lo que ocurre hoy. No ven, no sienten, no escuchan, no dialogan. No consideran iguales a sus semejantes. No es sólo vergüenza, es la destrucción de su herencia a la que dan la espalda: ¿Nunca más? Han sido muchas veces, miles ya, millones en el mundo. Es una frase hueca en boca de ellos. Hace décadas que no tiene valor, como no lo tuvo en noviembre de 2023 ni en diciembre de 2024 en que primero fueron asesinados los nietos y después el abuelo.

Hoy, la Casa de Ana Frank, el Centro Mundial de la Conmemoración de la Shoa y el Museo Memoria y Tolerancia sólo son habitados por muertos. Los vivos no importan más. Sus muertos, que son nuestros muertos, son distintos a estos que son masacrados este día y esta hora. Eso que no ven, que se niegan a ver, está frente a todos. Desalmados.

Alma de mi alma, decía con amor Khaled a Reem. Nuestra alma está en juego.

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