Por: Karla Salgado
Hace un par de días, mi sobrina de 10 años me preguntó: “¿Eres lesbiana?”; lo que menos me sorprendió fue el hecho de vivir así mi “salida del clóset" con ella. Mi sorpresa fue saber que había intuido mi orientación por ver la bandera del orgullo lésbico en mi recámara, la cual reconoció porque se la habían enseñado en la escuela. En esa escuela donde, me platicó, tenía amistades que eran abiertamente bisexuales, personas no binarias y otras identidades y orientaciones diversas.
Inevitablemente pensé en la polémica de la última actualización en el año 2023 de los libros que proporciona la SEP para educación básica, la cual generó numerosas críticas por el contenido que sugería en torno a la sexualidad; de hecho padres de familia y organizaciones de la sociedad civil llegaron a exhibirlos por “promover la hipersexualización” y por confundir a lxs alumnxs “con ideologías basadas en falsedades”. Pero ¿qué ocurre cuando censuramos y evadimos hablar de sexualidad en todas sus formas con las personas que recién están descubriéndose a sí mismas?
La infancia y la adolescencia son etapas importantes en la construcción de nuestra identidad. Durante estas etapas, exploramos el mundo, nuestro sentido de pertenencia con lxs demás toma mayor relevancia y la sexualidad empieza a transformarse con el paso del tiempo. Además, es importante saber que esto depende totalmente de nuestro contexto sociocultural, las expectativas de nuestro entorno y el deber/ser. Es por ello que, cuando nuestros sentires no corresponden con lo que normativamente se espera de nosotrxs, es posible que emociones como la culpa, la vergüenza y la tristeza se presenten.
Este año The Trevor Project México presentó la primera Encuesta sobre Salud Mental en Juventudes LGBTIQ+ en México, y uno de los datos más impactantes es que 59 por ciento de las juventudes que forman parte de esta comunidad, reportaron haber experimentado, al menos, un intento de suprimir o reprimir su identidad por parte de alguien cercano a ellxs.
“Sí, sé que antes había discriminación por eso ¿no?”, me dijo mi sobrina cuando le comenté que en mis tiempos no era fácil salir del clóset a esa edad, y mucho menos nos educaban para aprender de diversidad sexual en un salón de clases.
Es valioso que entendamos que la salud mental está sujeta a nuestro contexto sociocultural y que es más seguro que podamos procurar nuestro bienestar cuando nuestro entorno nos facilita los recursos emocionales y cognitivos suficientes para hacerlo.
Gracias a esta encuesta realizada por The Trevor Project México, sabemos que las personas jóvenes LGBTQ+ que se sintieron felices con su identidad, fueron menos propensas a reportar intentos de suicidio durante el año pasado (27 por ciento), a comparación del porcentaje de juventudes que si lo intentaron (49 por ciento) y no se sienten conformes. Esto no habla de una felicidad aislada, sino una construida colectivamente por las redes de apoyo, por tener información que valida sus experiencias y por tener espacios que apoyan su vivencia.
Uno de los retos más complicados que tenemos como sociedad, es entender que todas las personas podemos ser agentes significativos de cambio para edificar un mundo donde la diversidad deje de parecernos ajena a nuestra realidad. Y como diría Maynné Corté, psicóloga y creadora de contenido en Laboratorio Afectivo: “la única forma de construir una mejor salud mental individual y colectiva es luchando por garantizar una vida digna para todxs”.
Reconocer la diversidad, tal vez sería un primer paso para construir un futuro en el que podamos celebrarnos y vivir de manera plena y auténtica, sin temor a ser juzgadxs o excluidxs.
Colaboradora del programa de Intervención en Crisis de The Trevor Project México, psicóloga y mujer sáfica.