En México, el gobierno federal procura tomar los hilos de la educación que encaminen a este país a un mejor rumbo.

Es ya sabido por todos que existe la necesidad de implementar políticas educativas certeras e idóneas. Esto como herramientas para lograr un proceso permanente de enriquecimiento de los conocimientos, para mejorar la capacidad técnica y para lograr una estructuración privilegiada de la persona y las relaciones entre individuos.

Al contribuir a una adecuada formación de cada individuo, fortalecer el tejido social y aportar los medios de interacción constructiva de los diversos grupos y comunidades, fortaleceremos el aparato productivo, mejoramos la seguridad ciudadana, impulsaremos el bienestar económico y lograremos la realización de la persona, de la comunidad y del país.

En México, en las últimas dos décadas, se implementaron los adelantos tecnológicos en los diversos ámbitos de la sociedad y del quehacer productivo. Sin embargo, el desarrollo es aún desigual y diferenciado.

Así, existen ciudades donde ya se practica con cotidianeidad casi cualquier adelanto en la comunicación, entretenimiento, producción y, por supuesto, en la educación. Pero, al mismo tiempo, existen comunidades aisladas que demandan un acceso a todas estas soluciones.

Debe decirse que el acceso a los medios tecnológicos y, por ende, a un mejor proceso educativo, abre la puerta a que paulatinamente haya un mejor reparto de la riqueza o, cuando menos, el acceso a un empleo digno con una remuneración regular.

Al final, la educación debe contribuir a la mejora del plano económico y social, a la implementación de mejores empleos y a la disminución del fenómeno de exclusión de los más frágiles. Cierto es que en toda sociedad existe desigualdad, pero el hecho importante es reducirla entre los que más poseen con respecto a los que menos tienen.

Si a nivel internacional se sabe que la importancia de reducir la brecha entre los países ricos y pobres, a nivel nacional sucede lo mismo.

En el mundo neoliberal, el espacio que divide a ricos y pobres aumenta con rasgos dramáticos. Sin embargo, la educación deberá contribuir a detener el ensanchamiento de tal diferencia y hacer luego todo lo necesario para disminuirla.

Todos somos responsables de que el hecho educativo se cumpla a cabalidad y objetividad.

Padres de familia, autoridades gubernamentales, sociedad civil, docentes, iniciativa privada, autoridades administrativas de las instituciones educativas, alumnos…todos. Por ello, debemos concientizarnos y mejorar el papel que a cada uno de nosotros corresponde.

Sólo así lograremos sociedades más igualitarias e inclusivas, con igualdad de oportunidades de desarrollo.

La educación es uno de los factores que más influye en el avance y progreso de personas y sociedades.

Además de proveer conocimientos, la educación enriquece la cultura, espíritu, valores y todo aquello que nos caracteriza como seres humanos.

Rector del Centro de Estudios en Ciencias Jurídicas y Criminológicas (CESCIJUC).

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