A inicios del año pasado, el Gobierno de México anunció que adoptaría una Política Exterior Feminista, tras diferentes impulsos por transversalizar la perspectiva de género en Cancillería. Seis meses después, el 17 de junio México fue electo en la Asamblea General de la ONU para ocupar uno de los diez asientos no permanentes en el Consejo de Seguridad para 2021-2011.

La coyuntura de estos dos momentos nos obliga a preguntarnos ¿tendremos una Política Exterior Feminista mexicana (PEFM) en el Consejo de Seguridad? Al día de hoy aún no queda muy clara como la Política Exterior Feminista de nuestro país será ejecutada en el Consejo de Seguridad. Como referente, en el periodo de 2017-2018 cuando Suecia, pionero en tener una “política exterior feminista”, ocupó un asiento en el Consejo de Seguridad, había ya socializado diferentes documentos sobre cómo interpretaba el país la práctica de una política exterior feminista con su papel en el consejo de seguridad. En cambio, Cancillería ha difundido un comunicado sobre la participación de México en el Consejo de Seguridad a título del Presidente Andrés Manuel López Obrador donde no hace referencia explícita a la política exterior feminista, aunque sí lo hace a los principios de política exterior mexicana. Este tipo de situaciones evidencian que, si la proclamación de una política exterior feminista mexicana aspira a ser algo más que una declaración de buenas intenciones debe necesariamente complementarse con la reforma al art. 89 constitucional para integrar explícitamente, el feminismo o la perspectiva de género en los principios de política exterior.

México ha identificado 7 prioridades para su actuación en el Consejo de Seguridad: preservar la dignidad de las personas, privilegiar la mediación, proteger a los civiles en conflictos armados, defender al Estado de Derecho, incorporar una perspectiva de género, mejorar los métodos del Consejo de Seguridad y promover el Derecho Internacional. El hecho de que el gobierno de México no haya hecho alusión explícita a la existencia de una política exterior feminista al presentar sus prioridades en su participación en el Consejo de Seguridad representa una oportunidad perdida en la materia. El tema se relega a una pieza: “incorporar la perspectiva de género”, en lugar de utilizar la perspectiva de género como un eje rector transversal. Hecho que otros países, con más experiencia implementando una política exterior feminista, han hecho piedra angular de la misma.

Otra gran pieza clave para adivinar a que se refiere nuestro país por “Política Exterior Feminista” es el Plan Nacional de Acción para el Seguimiento de la Resolución 1325 (2000) del Consejo de Seguridad sobre “Mujeres, Paz y Seguridad”. Este se enfoca en 4 arenas: Prevención, Participación, Protección y Socorro y recuperación. Estas arenas contienen acciones de carga más simbólica que enérgica: enfocadas en impulsar pronunciamientos e iniciativas “que integren la perspectiva de género”, pero sin tocar temas de gran calado como desarme y desmilitarización. Otro gran elemento de este Plan es la capacitación en temas de derechos humanos e igualdad de género, una estrategia que el Gobierno Mexicano ha implementado a nivel nacional.

Por otra parte, y retomando la prioridad de incorporar la perspectiva de género a la agenda de México en el Consejo de Seguridad, hay que recordar que uno de los criterios más básicos es la presencia de las mujeres en la Misión Permanente de México en la ONU. La Secretaría de Relaciones Exteriores ha hecho diferentes esfuerzos por impulsar y mejorar la participación de las mujeres en su estructura, por lo que sigue siendo una sorpresa saber que la integración de mujeres al equipo en la representación permanente de México no es paritaria. Tan solo 10 mujeres conforman la misión en comparación con 15 hombres, sin contar que la presencia de los agregados militares -que son todos hombres- deja la relación en 20 hombres y 10 mujeres, o sea, que el 66% de las personas en el equipo son hombres.

Otro de los elementos presentes en las propuestas de política exterior feminista que aún no se ha hecho explicita en México, es la del gasto utilizado en ayuda al desarrollo con perspectiva de género. En Suecia, el 88% de la ayuda al desarrollo es para programas con elementos de igualdad de género. En Estados Unidos, un país sin Política Exterior Feminista, es de 28%. ¿En México? No sólo no hay datos al respecto, la institución encargada de la ayuda al desarrollo, la Agencia Mexicana de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AMEXCID) ha enfrentado fuertes recortes a su presupuesto en los últimos años.

A inicios del año pasado, México sorprendió al mundo al anunciar que tendría una política exterior feminista. La mejor manera de probar el compromiso de nuestro país con esta, sería implementándola en el Consejo de Seguridad, uno de los escenarios más importantes del multilateralismo. El no hacerlo, sería aceptar que la Política Exterior Feminista mexicana nació muerta.

Tatiana Telles Calderón

Estudió la Licenciatura en Relaciones Internacionales en el ITAM, con especialidad en Estudios de la Integración Europea, cuenta con Posgrados en Políticas Públicas y Género por la FLACSO-México, y en Estudios Sociales de Género en la Universidad de Lund.

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