La reciente visita de estado del presidente chino Xi Jinping a Europa, y en particular su encuentro con Emmanuel Macron en París, pone de relieve las nuevas dinámicas en las relaciones entre Occidente y China, especialmente en el contexto del prolongado conflicto en Ucrania. Según reportes internacionales, esta visita no solo busca fortalecer lazos comerciales y políticos, sino también abordar cuestiones espinosas como el apoyo de China a Rusia durante la invasión a Ucrania que comenzó en 2022.
La postura de China en este conflicto ha sido notablemente compleja y calculada. Mientras Occidente ha implementado sanciones económicas contra Rusia, China ha evitado unirse a estas medidas, manteniendo una posición de neutralidad que, en práctica, se ha inclinado hacia un tácito respaldo a Moscú. Este equilibrio delicado refleja la estrategia de política exterior de China, que históricamente ha evitado alianzas que la encasillen claramente en un bloque geopolítico.
Desde el inicio del conflicto en Ucrania, la economía china y su moneda, el yuan, han experimentado cambios que rompen un récord del siglo. A pesar de las turbulencias económicas globales, el yuan ha visto una apreciación en su valor, y las transacciones financieras y comerciales de China con Rusia se han incrementado. Según datos del primer trimestre de 2023, el comercio bilateral entre China y Rusia creció un 28.7%, alcanzando un valor de aproximadamente 190 mil millones de dólares. Este aumento está impulsado en parte por la compra de energía y otros recursos naturales rusos, que han sido pagados en yuanes en lugar de dólares, fortaleciendo la posición internacional de la moneda china.
Este comportamiento económico de China durante el conflicto de Ucrania plantea preguntas sobre su verdadera postura y las implicaciones a largo plazo para sus relaciones con la Unión Europea y Estados Unidos. La visita de Xi a Europa busca apaciguar algunas de estas preocupaciones, pero también resalta la cautela con la que China maneja su ascenso como potencia frente a un orden mundial en constante evolución.
El desafío para China es considerable: necesita mantener sus propios intereses económicos y políticos sin alienar a los socios europeos que están cada vez más preocupados por su cercanía con Rusia. La reunión en París, por lo tanto, no es solo una cuestión de diplomacia y comercio, sino un acto de equilibrio en la cuerda floja de la geopolítica global, donde China continúa buscando una vía para afirmar su poder sin comprometer sus relaciones estratégicas a largo plazo.
Esta nueva dinámica entre Occidente y China, y la postura ambigua de Beijing ante el conflicto en Ucrania, merecen una observación detallada y crítica. La habilidad de China para navegar estas aguas turbulentas no solo definirá el futuro de su posición en el mundo, sino también el de la estabilidad global.
Como conclusión, observamos que en los últimos dos años y medio, China ha estado enfrentando su propia complejidad política y diplomática. El potencial conflicto con Taiwán está causando un impacto significativo en su comercio y economía de China. Esto nos lleva a reflexionar sobre qué sucedería si China entra en un conflicto con Taiwán y enfrenta potencialmente sanciones del Occidente, similar a lo que ha experimentado Rusia. Parece que China está acumulando poder y recursos para prepararse para tiempos difíciles y asegurar más recursos mientras observa el caso de la guerra ruso-ucraniana y Israel-Palestina.
Es intrigante preguntarse: ¿para qué se está preparando China tan meticulosamente? Podría ser que China se esté preparando para un posible conflicto, asegurando su posicionamiento de poder y estrategia a largo plazo en caso de aislamiento, dado que tradicionalmente China planifica sus estrategias a largo plazo, pensando en ciclos de 100 años. ¿Será que China ve lo que nadie más ve en estos conflictos, tomando lecciones de lejanos sin experimentar sus propios caos? ¿China aprende de otros?