El conflicto entre Hezbollah e Israel sigue escalando, y aunque para algunos este grupo es visto como una organización terrorista, es importante señalar que esta definición depende del país que la emita. Para Estados Unidos e Israel, Hezbollah está catalogado como una amenaza terrorista, pero otros países, como Rusia e Irán, lo consideran un movimiento legítimo de resistencia. Este debate revela una contradicción en cómo se define el terrorismo a nivel internacional. La falta de una definición unificada del término permite que las potencias ajusten sus posturas según sus propios intereses geopolíticos.
Hezbollah surgió en 1982 en respuesta a la invasión israelí de Líbano, con el apoyo de Irán y Siria. Para muchos en la región, no es simplemente un grupo armado, sino un movimiento de resistencia que lucha contra la ocupación israelí y defiende la soberanía libanesa. Su éxito en forzar la retirada israelí del sur de Líbano en el año 2000 le otorgó una considerable popularidad en gran parte del mundo árabe. Sin embargo, este prestigio no evita que las potencias occidentales lo etiqueten como una amenaza terrorista, lo que ha llevado a un debate internacional sobre la legitimidad de sus acciones.
Occidente, especialmente a través de Estados Unidos y sus aliados europeos, ha jugado un papel central en la narrativa que condena a Hezbollah. Sin embargo, es inevitable señalar una cierta dosis de hipocresía en este enfoque. Los países occidentales, que insisten en los principios de democracia y derechos humanos, apoyan sin reservas a Israel, cuya ocupación de territorios palestinos ha sido condenada repetidamente por la ONU. Mientras que las acciones israelíes, incluidos bombardeos que afectan a civiles en Gaza y Líbano, son justificadas como "defensa legítima", la resistencia de Hezbollah es catalogada como terrorismo sin un análisis imparcial.
En la reciente escalada, Israel ha utilizado explosivos cibernéticos en los dispositivos de comunicación de Hezbollah, lo que ha provocado la muerte de civiles y miembros del grupo. Estas acciones han generado condenas internacionales, ya que se considera que violan el derecho internacional. Sin embargo, la respuesta occidental ha sido tibia, centrada en la defensa de Israel, a pesar del costo humanitario en Líbano.
¿No es acaso esta postura contradictoria? Los mismos actores que promueven la paz y la estabilidad en la región, son los que financian y apoyan la expansión militar israelí. El apoyo financiero y militar de Estados Unidos e incluso de países europeos como Alemania, que recientemente aprobó cientos de millones de euros en ayuda militar para Ucrania, demuestra que cuando se trata de sus propios intereses, los principios quedan en segundo plano. La falta de una condena contundente ante las acciones de Israel en Gaza y Líbano solo refuerza la idea de que la justicia internacional es flexible y depende de quién esté involucrado.
Mientras tanto, la situación en la región sigue empeorando. Las tensiones en la frontera entre Israel y Líbano amenazan con convertirse en un conflicto regional mayor, en el que Irán podría jugar un papel más directo. En este contexto, Hezbollah sigue siendo visto como un actor clave en la resistencia a la ocupación, independientemente de cómo se le etiquete. Sin una resolución que aborde las causas profundas del conflicto, principalmente la ocupación israelí, la violencia continuará.
Entonces, la pregunta persiste: ¿Puede el mundo seguir ignorando las raíces históricas de esta resistencia? ¿Cómo puede haber paz cuando las potencias siguen actuando con un claro doble rasero? Y lo más importante, ¿cuántos más tendrán que pagar el precio de esta hipocresía?