En su reciente columna titulada "", Jean Meyer nos ofrece una interpretación de la situación entre dos países donde se omiten elementos cruciales y, desafortunadamente, distorsiona gravemente los hechos. Habiendo visto opiniones previas del Sr. Meyer, nadie se sorprende por su parcialidad y su retórica anti-azerbaiyana y anti-turca. Si somos sinceros respecto a nuestra voluntad de alcanzar una paz duradera, no debemos olvidar los fundamentos básicos y los hechos históricos que han ocurrido en esta región, comenzando desde los años 80 del siglo pasado.

El Sr. Meyer intenta victimizar a los armenios y omite la verdadera raíz del conflicto pasado, que es la invasión militar de Armenia contra Azerbaiyán, una ocupación de tres décadas y la limpieza étnica de azerbaiyanos, tanto en el territorio propio de Armenia como en los territorios azerbaiyanos ocupados. Sr. Meyer, el derecho internacional debería, al menos, ser tomado en cuento por expertos.

Nunca ha habido un conflicto en el territorio de Armenia, y es importante señalarlo. Este conflicto, complejo y de larga duración, merece ser analizado de manera integral, sin caer en simplificaciones que desvirtúan la verdad y perpetúan narrativas sesgadas. Azerbaiyán restauró su integridad territorial y soberanía apenas el año pasado, a pesar de que todos los países del mundo reconocían su integridad territorial, y durante 30 largos años, cuatro resoluciones de la ONU de 1993 urgieron a Armenia a liberar las tierras azerbaiyanas.

Sin embargo, estas resoluciones fueron ignoradas por Armenia durante la ocupación, prolongando un conflicto que pudo haberse resuelto de manera pacífica. Sorprendentemente, Jean Meyer no menciona este incumplimiento, lo que resulta esencial para comprender las razones que llevaron a la reanudación de los enfrentamientos en 2020.

Tan simple como es, parece que el Sr. Meyer intenta confundir y engañar a la audiencia con estas opiniones personales.

Las acusaciones infundadas en el mencionado artículo también generan una gran preocupación. El primer ministro de Armenia y dos misiones de la ONU en la región declararon repetidamente que no hubo "limpieza étnica" en Karabaj. Además, Azerbaiyán declaró y creó en su momento una página web especial donde los armenios podían registrarse para obtener la ciudadanía azerbaiyana, algo que ni siquiera podemos imaginar que se ofreciera a los cientos de miles de azerbaiyanos que fueron expulsados por la fuerza de Armenia. Pero desafortunadamente, debido a los sentimientos nacionalistas extremos fomentados en la comunidad armenia, gran parte de los armenios que vivían en Karabaj rechazaron la idea de vivir en un 'país túrquico'.

Lo único que Azerbaiyán realizó fue poner fin al separatismo y la invasión extranjera en sus tierras, lo que finalmente, como vemos, dio una oportunidad y esperanza a las naciones de Azerbaiyán y Armenia para intentar normalizar sus relaciones y vivir en paz y buena vecindad. Actualmente, ambas naciones están comprometidas en negociaciones sobre un acuerdo de paz duradera y también hay un acuerdo para restaurar todas las comunicaciones en la región.

Karabaj ha sido parte de la historia de Azerbaiyán, ya sea como el Kanato de Karabaj o dentro de la primera república democrática de Azerbaiyán, o como parte de la república azerbaiyana soviética dentro de la URSS. Sin embargo, esta realidad a menudo se pasa por alto en ciertas narrativas.

La guerra de 2020 fue el resultado de una injusticia y un doble estándar, y fue el último recurso para liberar los territorios que le pertenecen legítimamente a Azerbaiyán y que no le fueron devueltos, tras años de sufrimiento ante la inacción internacional y el incumplimiento por parte de Armenia de las resoluciones de la ONU.

Hasta el día de hoy, los discursos centrados en la narrativa armenia tienden a presentar a Armenia como la única víctima en este conflicto. Esta postura ignora la tragedia de cientos de miles de azerbaiyanos desplazados, quienes sufrieron durante más de tres décadas. Ciudades como Shusha, de mayoría azerbaiyana, fueron despobladas y su patrimonio cultural devastado bajo el control armenio desde los años 90. La destrucción de mezquitas, cementerios y otros símbolos del legado cultural azerí es una realidad que no debe ser pasada por alto ni minimizada en el contexto histórico del conflicto.

Es lamentable que ciertos analistas continúen promoviendo discursos divisivos cuando los esfuerzos actuales están dirigidos a alcanzar una paz duradera. ¿Para qué sirven estos tipos de columnas de opinión si no es para dividir?

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