La reciente tregua en Gaza y el intercambio de prisioneros entre Israel y Hamas, mediado por Qatar, plantea serias interrogantes sobre la noción de "proporcionalidad" en el conflicto palestino-israelí. Esta situación se destaca especialmente en el contexto de las cifras recientes: Israel liberó a 30 prisioneros palestinos a cambio de 10 israelíes. A primera vista, este intercambio parece no equilibrado, pero una mirada más profunda revela una historia más compleja y desgarradora.
Históricamente, el conflicto entre Israel y Palestina ha sido marcado por una asimetría abrumadora en términos de bajas y capacidad militar. El reciente ataque de Hamas en el sur de Israel el pasado 7 de octubre, que resultó en aproximadamente 1,400 muertes israelíes, es un episodio trágico en una larga serie de enfrentamientos. Sin embargo, estas cifras palidecen en comparación con las más de 15 mil muertes en Gaza, incluyendo más de 6 mil niños, a raíz de la ofensiva aérea y terrestre israelí.
El ataque de Israel más reciente, dirigido a una iglesia ortodoxa griega, ha cobrado la vida de ocho personas y dejado varios heridos. Este ataque se suma a una serie de bombardeos que han destruido mezquitas, residencias y campamentos, provocando un número creciente de víctimas mortales y heridos.
El uso de artillería por parte del ejército israelí en el campo de Bureij, en el centro de la Franja de Gaza, y los ataques en Ramallah y Al-Bireh en Cisjordania han intensificado la violencia. Estos ataques no solo han causado muertes, sino que también han desencadenado una crisis humanitaria. Con aproximadamente 600 mil personas en Gaza sin acceso a agua potable y un llamado urgente a los trabajadores sanitarios retirados para que reanuden sus funciones, la situación es crítica.
Esta disparidad en las bajas pone en cuestión la noción de proporcionalidad que a menudo se invoca en discusiones internacionales. ¿Cómo puede medirse la proporcionalidad en un conflicto donde una de las partes ha tenido históricamente más recursos y capacidades para proteger a sus ciudadanos? ¿Es justo igualar el valor de las vidas en un cálculo tan frío y transaccional?
En el ámbito diplomático y político, las reacciones son variadas. El primer ministro yemení, Maeen Abdulmalik Saeed, y el príncipe heredero saudí, Mohammed bin Salman, han condenado los ataques, este último calificándolos de "atroces" y advirtiendo sobre las "peligrosas repercusiones" de una escalada del conflicto. Mientras tanto, el secretario general de la ONU, Antonia Guterres, ha destacado la necesidad de un "alto al fuego humanitario" para garantizar la entrega segura de ayuda humanitaria a Gaza.
Sin embargo, estas condenas contrastan con el apoyo continuo de Estados Unidos a Israel, evidenciado en el anuncio del presidente Joe Biden de enviar un "presupuesto urgente" para apoyar a "socios críticos", incluyendo a Israel y Ucrania.
Este panorama plantea varias preguntas: ¿Dónde está la proporcionalidad en este conflicto que ya lleva más de 75 años? ¿Cómo pueden justificarse estas acciones bajo el pretexto de la defensa, cuando las cifras muestran una disparidad tan grande en las bajas? ¿Y qué significa realmente para la comunidad internacional "apoyar" a Israel en este contexto?
La crítica internacional, incluyendo las protestas en Londres y Ginebra en apoyo a Palestina, refleja una creciente preocupación por las acciones de Israel y sus implicaciones en la violación del derecho internacional humanitario. La situación en Gaza y Cisjordania no solo es un conflicto territorial, sino también un desafío a los principios de humanidad y justicia internacional.
La reciente tregua y el acuerdo de intercambio de prisioneros, aunque son pasos hacia una posible resolución, no deben ser vistos como una solución definitiva. Son, en el mejor de los casos, un parche temporal a una herida que ha estado sangrando por demasiado tiempo. La proporcionalidad en el conflicto palestino-israelí no debe medirse solo en términos de intercambios de prisioneros o ceses al fuego, sino en una resolución.
Esta guerra ha revelado una asignación injusta de valor a las vidas humanas, insinuando que algunas son más valiosas que otras. Es fundamental reconocer que ninguna nación debe ser discriminada y que todos los niños, sin importar su etnia, merecen igual consideración. No obstante, el gobierno de Netanyahu parece promover la idea de que el valor de las vidas depende de la nacionalidad y de una presunta superioridad.