Ha pasado ya un año desde que iniciaron los primeros cierres en el mundo por la pandemia. Un año de que los niños y niñas en México dejaron las escuelas y se instalaron en las salas de su casa para recibir su educación a través de una pantalla o de la televisión (si hay suerte). El mundo, es un hecho, no volverá a ser el mismo. La añorada normalidad aún tardará en llegar, aquí y en prácticamente todo el mundo. Y es muy probable que no llegue, porque el mundo no será el mismo que era en el invierno de 2020.
Es hora de fortalecer la democracia.
Hay muchos aspectos de la sociedad que saldrán muy lastimados de esta crisis. La economía y la educación por mencionar dos. La democracia es un aspecto, que enfrenta uno de los mayores riesgos. En este año, la democracia se ha visto amenazada en diversos países. Limites a derechos fundamentales como el de expresión, elecciones fraudulentas, golpes (o intentos de golpe) de Estado e insurrecciones. Incluso en países con democracias consolidadas. Me refiero por supuesto al caso de Estados Unidos.
Sin embargo, la derrota de Donald Trump, la muestra de ineficacia y fragilidad que han mostrado distintos regímenes autoritarios frente a la pandemia podría ser una luz al final del túnel. En cualquier caso, lo que es evidente es que la democracia, tal y como ha venido funcionando, es muy débil para enfrentar los retos del presente y del futuro. Es tiempo de fortalecerla.
Estados Unidos no es más el jugador imperial.
Si algo ha dejado en claro el mal manejo que se ha dado a la pandemia en Estados Unidos, es que el mundo puede girar y avanzar sin él. El aislamiento al que Trump sometió a su país, le abrió los ojos a otros jugadores para mostrarles que no son indispensables, que la hegemonía se terminó y que hay otros con fuerza suficiente que pueden -y quieren- ocupar ese lugar.
El reto para el recién llegado presidente Biden será no sólo tratar de tomar las riendas de lo que había sino ahora, demostrar que su presencia en la arena internacional es necesaria y para ello, tendrá que tomar decisiones agridulces en muchos temas internacionales (como ya está sucediendo).
La nueva era de los nacionalismos.
La búsqueda de la vacuna, las listas para comprarla y conseguirla. Su escasez y las peleas -públicas y privadas- por el abasto, han abierto de nuevo un debate acerca de la globalización. Los retrasos de las vacunas eran inevitables, esto se sabía desde hace meses. Sin embargo, distintos países han aprovechado este escenario para criticar, una vez más, los procesos de manufactura y distribución. Gobiernos de distintos países han tomado este pretexto para reabrir la discusión sobre la soberanía nacional, sobre producción nacional, sobre empresas locales que desarrollen los productos para consumo local. La entelequia del nacionalismo está renaciendo con gran fuerza con todos los riesgos que implica.
Ha pasado un año y la pandemia ha dejado más de dos y medio millones de personas fallecidas, millones de personas con secuelas, millones más en el desamparo. Sin embargo, el mundo post covid también puede ser una oportunidad para reformar, reconstruir, transformar. La ventana está abierta ¿seremos capaces de mejorar?
Twitter: @solange_