Parecía inevitable y parece que así será. La invasión de Rusia a Ucrania ayer por la noche dio vuelta a la página en un conflicto que viene creciendo desde hace tiempo. Pero el reconocimiento del Vladimir Putin de las regiones de Donetsk y Luhansk como naciones independientes de Ucrania, hecho el lunes pasado, fue el mensaje que hacía falta para reconocer que no había más camino diplomático posible. Rusia había tomado su decisión y luego de esa declaración, solo era cuestión de tiempo.
Y no pasó demasiado. Ayer por la noche Putin anunciaba el comienzo de “una operación militar especial” en el este de Ucrania lo cual no significaba otra cosa que una abierta, burda y cínica invasión a un país independiente y soberano. La jugada de Putin al apostar por el reconocimiento de estas regiones fue obtener un paso franco proporcionado por los separatistas (leales a Rusia) que pelean contra el gobierno de Ucrania desde 2014.
Desde el punto de vista del Kremlin, ingresar al Donbás (como también se conoce a esta región) no podría ser considerado una invasión pues se trataría de “naciones” independientes de Ucrania y no de territorio ucraniano. Una tomada de pelo pues, pero muy conveniente para mantener su narrativa.
La invasión comenzó transmitiéndose en vivo en diversos canales de televisión que cuentan con corresponsales en Ucrania. El sonido de los primeros bombardeos se televisaron directamente por CNN mientras en el otro lado del mundo ante los miembros del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, el Secretario General de ese organismo, Antonio Guterres, clamaba suplicante a Putin “dar una oportunidad para la paz”. Palabras silenciadas por el sonido de los tanques y las bombas. El tiempo de la diplomacia quedó atrás.
Vienen tiempos de respuestas, pero las primeras no serán armadas. Desde hace días se barajan las distintas posibilidades de sancionar económicamente a Rusia y a sus inversiones e intereses extraterritoriales, desde sanciones a diversas entidades financieras, límites para limitar o prohibir al Kremlin colocar deuda soberana en mercados occidentales, el congelamiento de cuentas y recursos de la élite rusa que se encuentre en bancos europeos o americanos e incluso sanciones al gasoducto ruso-alemán Nord Stream 2 (un tema delicado considerando la gran dependencia energética de europa del gas proveniente de Rusia).
Pero quizá lo que la mayor parte de la gente se pregunta ahora es si veremos una respuesta armada por parte de la OTAN la respuesta es que en lo inmediato no será así. Estados Unidos y sus aliados europeos buscarán obtener resultados presionando económicamente a Putin a un grado en que, dentro de Rusia, la invasión a Ucrania deje de ser un tema de baja preocupación entre los rusos.
El objetivo sería volver insostenible la invasión ante el estrangulamiento económico. Sin embargo, las sanciones económicas pueden tener un efecto de rebote en el mundo cuando los costos de la energía vuelvan a subir con la correspondiente subida de precios que ya hemos vivido en los últimos meses. En occidente, sostener la narrativa de defender a un país soberano puede volverse complicado en un entorno interno hostil, con una población ya de por si afectada económicamente luego de dos años de pandemia.
Lo más lamentable de todo es ver como el mundo se embarca, una vez más, a una guerra en la que lo único de lo que tenemos certeza es de enorme sufrimiento, derramamiento de sangre y pérdida de vidas que costará.