Fatimah Abdulrahman Ismail, madre de tres hijos, jamás imaginó que su desesperado intento por llevar el pan a su mesa terminaría en tragedia. En 2022, mientras trataba de "contrabandear" combustible entre territorios controlados por Hayat Tahrir al-Sham (HTS) y el Ejército Nacional Sirio, Fatimah fue abatida a tiros en un puesto de control. Su crimen: buscar una ganancia de tres liras turcas en la diferencia de precios del combustible. Este brutal asesinato no es un caso aislado, sino el reflejo de una realidad atroz que ya han vivido las mujeres bajo el yugo de HTS en Siria.

Luego de la caída del régimen de Bashar al-Assad, la principal urgencia era lograr la conformación de un gobierno interino que echara tierra, al menos de momento, a la posibilidad de nuevos brotes de violencia en la lucha por el poder. El HTS, liderado por Abu Mohammed al-Jolani lo logró, apenas unos días después de la toma de Damasco, la capital Siria.

El nuevo gobierno, encabezado por Mohammed al Bashir, incluye la participación de antiguos miembros del anterior régimen de Assad y figuras clave de HTS, una transición, que se ha presentado como una oportunidad para la reconstrucción, pero que plantea serias preocupaciones sobre el futuro de los derechos de las mujeres en en el país. Esta disímbola coalición, lejos de ofrecer esperanza, parece amenazar con sumir a las mujeres sirias en una oscuridad aún más profunda.

Si bien Al-Jolani y su organización, han intentado proyectar una imagen moderada en busca de legitimidad internacional, su negro historial en las zonas bajo su control revela una realidad muy distinta. En la provincia de Idlib, las mujeres viven restricciones draconianas propias de un régimen fundamentalista islámico: códigos de vestimenta obligatorios, limitaciones en el acceso a la educación y al trabajo, y una severa restricción de su libertad de movimiento. Las promesas de respeto a las libertades individuales chocan frontalmente con la represión documentada contra activistas y defensoras de derechos humanos.

Bajo el régimen de Assad, las mujeres sirias ya enfrentaban discriminación sistémica, pero es verdad que no existían políticas gubernamentales que restringieran explícitamente su vestimenta o las segregaran de los espacios públicos. Con HTS como actor clave en el nuevo gobierno, existe un riesgo real de que incluso estos derechos limitados sean eliminados bajo el pretexto de preservar "valores tradicionales".

La posible lucha interna en HTS entre facciones moderadas y radicales añade otra capa de incertidumbre. Si los elementos más extremistas prevalecen, podríamos presenciar una represión aún mayor contra las mujeres como forma de consolidar el control ideológico del grupo.

La caída del régimen de al-Assad ha desatado una ola de celebraciones entre los sirios, tanto dentro del país como en las comunidades de refugiados alrededor del mundo. Desde Damasco hasta ciudades europeas, miles de personas salieron a las calles para festejar, reavivando las esperanzas de millones de refugiados que anhelan regresar a su tierra natal.

Sin embargo, este entusiasmo inicial podría ser prematuro. La situación en Siria sigue siendo extremadamente frágil, con una economía devastada y gran parte de su infraestructura en ruinas tras 13 años de guerra civil, han dejado al 95% de la población viviendo por debajo del umbral de pobreza, donde 15 millones de personas dependen de ayuda humanitaria para subsistir. Además el ascenso al poder de grupos islamistas radicales como Hayat Tahrir al-Sham plantea serias dudas sobre el futuro político del país y el respeto a los derechos humanos

En este contexto, ¿qué pueden esperar las mujeres sirias? Con millones dependiendo de ayuda humanitaria tras años de conflicto y violencia sistemática, cualquier retroceso adicional en sus derechos podría ser catastrófico. La comunidad internacional debe exigir garantías concretas para la protección de los derechos humanos, especialmente los de las mujeres. Sin embargo, dada la composición actual del gobierno y el historial de HTS, hay pocas razones para ser optimistas. La reconstrucción de Siria y el establecimiento de un gobierno estable y respetuoso de los derechos humanos serán procesos largos y complejos, y por ello, aunque la caída de al-Assad marca un hito histórico, celebrar una victoria definitiva en este momento podría ser precipitado. La vigilancia y la presión internacional serán cruciales para evitar que Siria se hunda aún más en la oscuridad de la opresión de género.

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