“No hay fecha que no llegue ni plazo que no se cumpla” reza un dicho popular. El tiempo de Ángela Merkel como Canciller Alemana llegó a su fin y su partida se presta a diversas reflexiones y despierta algunas dudas. Por más de 15 años, Merkel ha sido la fuerza que ha dado estabilidad al país europeo y a la propia Unión Europea. Bajo su mandato, Alemania recuperó el lugar que había ocupado décadas atrás, como potencia mundial tanto en lo interno como en lo externo.
El tiempo para su salida es poco afortunado en el plano internacional. La pandemia de Covid-19 que ha mantenido al mundo parcialmente paralizado por ya casi un año, podría convertirse en el detonador de cambios en el balance político mundial para los que aún no estemos preparados.
Los grandes retos y dilemas que implica la vacunación masiva; el aumento constante de posturas políticas anti-vacunas, las dudas y suspicacias que se han generado en la población de decenas de países del mundo, pueden poner en riesgo la posibilidad de lograr una inmunidad que le permita al mundo encontrar la tan cantada “nueva normalidad”. Por su parte, Estados Unidos se encuentra debilitado. Aún con la salida reciente de Donald Trump y el esperanzador arribo de Joe Biden, la situación política interna aún es bastante frágil. Las amenazas de los grupos de la extrema derecha no han terminado y puede ser que apenas estemos viendo la punta del iceberg.
Y en la arena política interna, las cosas no serán fáciles para Armin Laschet, el sucesor de Merkel al frente de su partido político. La ultra derecha en Alemania tiene alrededor del 10% de las preferencias electorales, una situación que ha permanecido así desde hace un tiempo. En 2019 llegaron a 15% pero con el arribo del Covid se desplomaron hasta el 9% según una última encuesta de diciembre pasado.
La aprobación pública a la gestión de Merkel sobre la pandemia tiene todo que ver con ese resultado; buena parte de las políticas del gobierno alemán para lidiar con la crisis (apoyo a empresas pequeñas y medianas, el cierre de fronteras, entre otras) constituyen la base del partido ultra-derechista. Sin embargo, dados los enormes estragos económicos dejados a consecuencia de la pandemia y el cambio de liderazgo en el partido de Merkel, esto podría llegar a cambiar.
Laschet buscará ocupar el espacio de Merkel con una promesa de continuidad y al mismo tiempo de cambio; una promesa que suena un tanto vacía de contenido hasta que no se vea reflejada en posturas más claras y políticas específicas. Lo anterior, sumado a la muy disminuida popularidad de éste, sobre todo si se le compara con Merkel, despiertan incógnitas sobre las posibilidades reales del partido de Merkel de mantenerse en el poder.
En su discurso del pasado 16 de enero, Laschet dejó en clara su postura frente a las amenazas a la democracia desde el populismo y la polarización “cuando un presidente polariza, siembra la discordia y la desconfianza y miente sistemáticamente, destruye la estabilidad y la confianza”.
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