Fue el domingo 16 de marzo de 2014 cuando los ciudadanos de la entonces ucraniana Crimea, votaron en un referéndum para separarse de Ucrania y unirse a Rusia, en lo que en su momento fue una abierta violación tanto a los principios del derecho internacional, particularmente a la integridad territorial de los Estados, como a la propia Constitución de Ucrania.
Días antes, miles de soldados rusos fueron llegando a Simferopol, capital de Crimea, en camiones, vehículos blindados y con artillería que dejaba claro el ánimo de intimidación. Los líderes separatistas, apoyados por Moscú, se encargaron de organizar el referéndum que daría “legitimidad” a la anexión del territorio a Rusia.
Hoy la historia se repite, aunque el contexto es, digamos, mucho peor que hace 8 años. El referéndum llevado a cabo en esta semana en cuatro territorios de Ucrania es, al igual que lo fue el de Crimea, violatorio de la Constitución y del derecho internacional. Sin embargo, la maquinaria de propaganda rusa (que en México parece estar muy bien aceitada) hace eco de los “números de participación” y de votación por el “sí” a unirse a Rusia. Pero en nada se refieren a la anticonstitucionalidad e ilegalidad de esta supuesta referenda.
En el derecho internacional no se reconoce un derecho de secesión por un grupo o una región dentro de un país, el supuesto se daría únicamente en caso de que a dicho grupo o región se le hubiera negado algún derecho o pudieran demostrase casos graves de violaciones a derechos humanos cometidas en contra de ellos en particular. La razón de este principio es simple, preservar la integridad del territorio frente a grupos separatistas minoritarios.
La Constitución de Ucrania señala que sería necesaria una reforma constitucional para modificar la estructura territorial del país la cual debería ratificarse vía referéndum en todo el país. La ilegitimidad de la referenda aumenta si sumamos la destrucción de los bombardeos, la falta de alimentos y la intimidación militar. Decir por ejemplo que en Kherson, que apenas hace unas semanas era noticia por enfrentar un desastre humanitario, después de los bombardeos rusos, el 87% votó por unirse a Rusia parecería un chiste mal contado de no ser por el terrible drama humano que tiene detrás.
Aún sin tener el control total de las cuatro regiones, mañana a las 7 am Vladimir Putin firmará, de manera ilegítima, los tratados de anexión de los cuatro territorios, aumentando la tensión y formalizando un punto de no retorno en la guerra. La Constitución rusa, reformada en 2020, prohíbe que el país “ceda” territorio que haya sido anexado. Luego de las recientes declaraciones, éste pasaría a formar parte integral (de acuerdo con Rusia) de su territorio y por tanto, usarían “todos los medios a su alcance” para defenderlo. Se cierra la puerta a la negociación con Ucrania y se escala un conflicto sobre el que pesa cada vez más la amenaza nuclear.
Poco o nada se hará desde occidente para detener esto más allá del discurso político. La escalada de violencia de los últimos días, la amenaza nuclear, la masiva movilización forzada de rusos, el muy probable sabotaje a los gasoductos Nord Stream 1 y 2, convierten a este asunto en uno de los de menor preocupación. El no reconocimiento internacional de la anexión tiene poco impacto en que esta ocurra de facto. Así quedó demostrado con Crimea en 2014. No lo es. Ucrania perdería el 15% de su territorio y el mundo verá cómo se deja pasar un nuevo abuso perpetrado desde Moscú.