2022 fue un año difícil para la región latinoamericana. La inflación, la inestabilidad política, la incertidumbre económica y la continua destrucción democrática fueron parte del escenario donde el crecimiento económico se estancó, planteando dificultades adicionales para las poblaciones más vulnerables. La caída de los precios mundiales de las materias primas, agravado por la guerra en Ucrania, ha reducido aún más los ingresos y debilitado las finanzas públicas de la región cuyo crecimiento para el año que está comenzando será muy bajo. Esa fue la primera aproximación durante el panel Perspectivas Económicas y Políticas de las Américas organizado por el Consejo Canadiense para las Américas (CCA) en el que tuve el gusto de participar.

A esto hay que sumar que nuestros países están cada vez más expuestos a los efectos destructivos del cambio climático, con tormentas tropicales e inundaciones que han causado grandes estragos en varios países y que se han convertido en causa directa de pobreza y desplazamiento. En medio de eso, enfrentamos un severo aumento de la migración motivado, ya no solamente por la violencia y la inestabilidad económica y social, sino también por desastres naturales que siguen creando migrantes climáticos en todo el mundo.

La región inicia el 2023 con una docena de nuevos gobiernos, la mayoría procedentes de la izquierda. La llamada marea rosa ha sido un tópico en los medios de comunicación durante 2021 y 2022, y se ha coronado con la reciente toma de protesta de Lula da Silva en Brasil. Sin embargo, es importante entender que la marea rosa no es más que un mito. La realidad es que la mayoría de los países latinoamericanos que llevaron a cabo procesos electorales presidenciales en el periodo 2019-2022 vivieron votos de castigo en contra de los partidos gobernantes sin importar si eran de derecha o de izquierda.

Los ciudadanos exigieron cambios y utilizaron el sistema electoral para lograrlo. Esa necesidad de cambios se explica cuando observamos que el subcontinente sigue enfrentando altos niveles de desigualdad y exclusión social. América Latina sigue siendo una de las regiones más desiguales del mundo, con una importante brecha urbano-rural. Además, la corrupción endémica sigue asolando la región y dañando aún más la confianza pública en el gobierno. Esto ha provocado protestas callejeras y malestar social.

Como resultado, el apoyo a la democracia ha disminuido del 63% en 2010 al 49% en 2020. Este declive sirve de explicación al auge populista en países como México, El Salvador y Bolivia, donde la gente busca un cambio radical aun cuando apoyar un gobierno autoritario vaya de por medio. La región se enfrenta a una amenaza masiva para la democracia. Las instituciones democráticas de México, Argentina, Perú y Bolivia han sido atacadas directamente por sus respectivos presidentes. Los líderes populistas de esos países han intentado debilitar a los opositores y consolidar el poder mediante cambios constitucionales, el uso indebido de los recursos del Estado y el control de los medios de comunicación.

En México, es bien conocido el ataque al INE que el Presidente ha llevado a cabo desde hace al menos 4 años. El desmantelamiento institucional que se busca pasa por deslegitimar a la institución electoral atacando directamente a sus integrantes y disminuyendo su presupuesto y con ello su capacidad de cumplir con sus obligaciones constitucionales. Este desmantelamiento es el eslabón de una cadena de destrucción que pasa por el empeoramiento del Ejército y de la Guardia Nacional (responsables de cuidar las urnas el día de la elección presidencial) y el fortalecimiento económico (vía presupuesto federal) del grupo de propaganda gubernamental llamado "Servidores de la Nación”.

Encontramos intentos de deslegitimación y desmantelamiento similares en Argentina contra la Corte Suprema, El Salvador con la institución anticorrupción y en Perú con el poder judicial, ha quedado claro que la región se enfrenta a una crisis cada vez más grave de la democracia.

Es evidente que la región latinoamericana tiene un largo camino por recorrer antes de superar sus dificultades actuales. Por ello es esencial que los ciudadanos exijan a sus gobiernos que rindan cuentas de sus acciones y que participen activamente en un proceso político significativo que trabaje por el bien común.

Analista internacional 
@solange_  

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