En marzo pasado escribíamos en este mismo espacio un escenario que se veía cada vez más probable, una guerra que se había escapado de los planes rusos poniendo a Vladimir Putin en una situación cada vez más comprometida, con Putin acorralado y con poco margen de acción tanto en lo militar como en lo económico.

Los planes de una guerra rápida, una intervención relámpago con la cual Rusia se anexaría los territorios del Donbás, se evaporaron rápidamente y semanas después de la invasión era claro para muchos que esta guerra no terminaría pronto. En las últimas semanas Ucrania ha logrado avances militares que han puesto en entredicho, una vez más, la capacidad del ejército ruso.

Las derrotas militares han sido tan evidentes que ni siquiera el enorme aparato propagandístico en Rusia ha podido ocultar. Los errores se siguen acumulando generando una presión política muy grande sobre Putin y su ministro de Defensa, Shoigu.

El miércoles por la mañana el mundo recibió la noticia, por boca del propio Putin y su ministro de Defensa, de la movilización de hasta 300,000 reservistas rusos a Ucrania. Desde ayer, hay rumores de que esa cifra podría elevarse hasta un millón. Esto ha desatado las alarmas en los ciudadanos rusos que ahora abarrotan aeropuertos y fronteras para salir del pais. Los errores se siguen acumulando.

Moscú ha reiterado que es un rumor infundado, sin embargo, mantiene en secreto el artículo 7 del decreto de movilización que establece claramente el número de reservistas que serían movilizados.

En un discurso a la nación, Putin puso también sobre la mesa, la prácticamente inminente anexión territorial que el Kremlin buscaría legitimar a través de procesos de referéndum en Luhansk, Donetsk, Zaporizhzhia y Kherson que se prevé se lleven a cabo el siguiente fin de semana.

En su mensaje televisado, un Vladimir Putin enojado y a la defensiva, dejó entrever que ante una amenaza a la “integridad territorial”, Rusia haría uso de “todos los sistemas de armas disponibles”. Parece una nimiedad, pero el uso del término “integridad territorial” no es casual. Lo es menos si sobre ese supuesto se establece el límite para un posible uso de armas de destrucción masiva, incluidas las nucleares.

La situación interna se empieza a volver insostenible y las extrañas acciones y decisiones del presidente ruso parecen confirmar que las graves derrotas sufridas en esta guerra están pasándole factura a su otrora incuestionable poder. Luego de los descalabros militares, económicos y financieros por los que ha hecho pasar Putin a Rusia, hoy, demostrar que se ha ganado la guerra va más allá de quedarse con territorios ucranianos. Para mantenerse en el poder, el aún presidente ruso podría sentirse forzado a dar una demostración de fuerza.

Cuando enfrenta resistencia Putin tiende a responder con una destrucción total. Así lo hizo en Aleppo, Siria en 2016 o en Grozny durante la segunda guerra chechena en 1999 y así lo ha hecho en estos meses en distintas ciudades ucranianas. Si además de resistencia, Putin enfrenta la humillación o se siente acorralado, ¿hasta dónde sería capaz de llegar?

“Esto no es una bravuconada”, subrayó casi al final de su discurso un tenso Vladimir Putin.

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Internacionalista.
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