Bali es el mejor destino de Asia”. Su belleza natural, sus playas de arena blanca, lo tienen todo para vivir las mejores vacaciones de tu vida. O así había sido. Las olas de residuos plásticos amenazan hoy con destruir el todavía llamado “Paraíso en la Tierra”.
Sucede cada año. Las severas tormentas de la temporada de Monzón dejan toneladas de desechos plásticos en las playas de Bali. La arena queda sepultada por los millones de residuos plásticos que llegan de todo el orbe hasta esta pequeña isla que durante ese tiempo se convierte en un paraíso perdido.
El plástico de las playas se barre. Decenas y hasta cientos de personas se organizan en las playas de Indonesia, India y un sinfín de lugares que se han convertido en el destino final de buena parte de las casi trece millones de toneladas de plásticos que tiramos al mar cada año.
Pero ahogar a nuestros océanos en plástico es solamente uno de los muchos problemas que aquejan a nuestros mares en todo el mundo.
La sobrepesca, la contaminación creada por los derrames petroleros, la acidificación y el blanqueamiento del coral provocados por el cambio climático, sumados a la creciente cantidad de zonas muertas, ponen en riesgo no solo a las especies marinas sino también la del ser humano.
Fue en 2017 cuando por primera vez Naciones Unidas le declaró la guerra a los plásticos en los océanos. Con la promesa de impulsar acciones y políticas que condujeran a un futuro libre de plásticos, se desarrollaron campañas, cambios legislativos en algunas ciudades y diversos programas locales de reducción y reciclaje. Sin embargo, seis años después las cosas parecen no estar mejorando.
Estudios recientes indican que para 2050 el incremento de residuos plásticos marinos habrá crecido exponencialmente. De mantener el actual ritmo en que consumimos y desechamos plásticos, en menos de tres décadas habremos cuadruplicado la cantidad de plásticos en los océanos del mundo.
Tan solo en los países de Norte América (México, Canadá y Estados Unidos) se utilizan en promedio 2,5 millones de botellas de plástico cada hora. En el mundo desechamos el equivalente a un camión de basura lleno de plástico se vierte en los océanos cada minuto.
Desde hace casi una década, diversos países y grupos de la sociedad civil han impulsado la firma de un tratado sobre Contaminación Plástica.
Hace apenas unas semanas se llevó a cabo la primera reunión del Comité intergubernamental de negociación. Será un camino de dos años cuyo objetivo es culminar con un instrumento internacional que ponga fin a la contaminación por plásticos en los océanos.
Todos somos responsables. Nuestras decisiones de consumo definen la cantidad de plásticos que llegarán al mar y el interés —o no— de las empresas para reducir la cantidad de envolturas plásticas en los productos que nos venden a diario. Como habitantes conscientes, no deberíamos vernos forzados a desechar plástico cada vez que necesitamos comer o beber.
El plástico está en todos lados, en el fondo del océano, flotando en la superficie, en los estómagos de peces, aves y criaturas marinas, muchas de las cuales terminarán en nuestros platos contaminando también nuestro cuerpo.
Los microplásticos están también presentes en la sal, la miel y ahora también se encuentra en nuestro propio torrente sanguíneo.
“Es lo peor de los tiempos, pero también lo mejor de los tiempos porque aún tenemos una oportunidad”, suele decir la oceanógrafa y conservacionista Silvya Earle. Aprovechémosla.
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