Conforme las densas nubes de humo se fueron disipando, fue quedando mas clara la magnitud del desastre. Barrios enteros fueron destruídos por completo, barridos por una onda expansiva de tan grandes proporciones que se calcula que más de 300,000 personas perdieron sus hogares tras el estallido.

Más de un centenar de personas fallecidas y miles de heridos que ya alcanzan los 5,000, incrementaron la presión sobre un maltrecho sistema de salud libanés que apenas se estaba dando abasto para atender la pandemia del Covid-19 y que ahora vieron rebasados sus recursos en una ciudad que regularmente sufre cortes de energía eléctrica, y donde muchos de los hospitales se vieron forzados a dejar de atender a los múltiples heridos que no paraban de llegar pues no cuentan con plantas de luz.

La tragedia en Líbano es social y económica. La economía de Líbano ya estaba en declive antes de la explosión e incluso antes de la pandemia. El país venía sufriendo una crisis financiera desde hace años que provocó que, en marzo pasado, dejara de pagar la deuda externa. Ya antes del Covid-19 el Banco Mundial preveía que para este 2020 más del 50% de los libaneses caerían por debajo de la línea de pobreza. La clase media prácticamente ha desaparecido ante lo que podría convertirse muy pronto en un Estado fallido. Millones de personas habían perdido negocios y empleos y ahora cientos de miles han perdido sus hogares. Y tristemente no es todo.

El puerto de Beirut, bajo el control de Hezbollah, es el centro de abastecimiento de la mayor parte de los alimentos que ingresan al país. Con la explosión del martes, se perdió el 85% de los granos almacenados ahí para todo el país. De acuerdo a datos difundidos por diversos medios, quedaría apenas suficiente para alimentar a la población durante un mes. Aún antes de la explosión los precios de los alimentos habían incrementado tanto que en mayo se calculaba una inflación de 190% respecto a los precios del año anterior. El puerto quedó devastado y prácticamente inutilizable.

A todo eso se suma la tragedia humanitaria que ya eran los miles de refugiados sirios y palestinos que se encuentran en el país. Líbano tiene una de las tasas de refugiados per cápita más altas del mundo lo que ha hecho que crezcan las tensiones internas sobre su futuro.

Un día después, el hambre, la tragedia y la pobreza se hace aún más presente. Cientos de vidas se perdieron y más de 10,000 millones de dólares en daños económicos pueden convertirse en el combustible para encender de nuevo las protestas. Recordemos que desde el año pasado, miles de personas llenaron las calles exigiendo cambios económicos y políticos. La explosión agudizará todos los problemas que ya se venían arrastrando.

La negligencia con la que se manejaron miles de toneladas de de nitrato de amonio así como la sospecha de la existencia de un enorme almacén de armas pertenecientes a Hezbollah han hecho que muchos en Beirut se pronuncien exigiendo una investigación independiente. Difícilmente la habrá y más difícil aún será que estas apunten abiertamente al grupo político. Sin embargo, el futuro de Líbano como nación es lo que está también en riesgo. La crisis humanitaria, social, economica y financiera será insostenible si el país no recibe ayuda exterior para abatir sus problemas más profundos más allá de sus necesidades más urgentes. Lo que se debate es muy profundo pues será casi imposible que alguna nación, con recursos suficientes para ayudar a Líbano a salir del pozo en el que está, se moverá mientras Hezbollah siga dominando la escena política.

Twitter: @solange_  

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